Nº 30

Fernando Barbarin

Un día

 

Un día te despiertas tal y como te trajo tu madre al mundo, como un recién nacido; magullado, aturdido, asustado y en pelotas. Junto a tu cama unas caras desconocidas anuncian que algo no va bien... nada bien.
Tras las caras, varias siluetas van tomando forma y se parecen mucho a tus vecinos, sus miradas preocupantes confirman que “algo” ha sucedido mientras dormías. No has terminado de abrir los párpados cuando tu fatigado cuerpo te recuerda que no estás preparado para incorporarte, así que desistes y esperas a que alguien te explique lo ocurrido. Ese día te sientes frágil, raro, pequeño... mortal.
Ya en la ambulancia, dirección al hospital, te acuerdas de las personas que te aman y sobre todo de las que amas, de repente te fijas en el resto blanco que deja el adhesivo de una etiqueta arrancada sin paciencia. El sanitario que te acompaña esboza una solidaria sonrisa procurando con ello amortiguar los baches y endulzar la sirena... en ese momento te quedas fijamente mirando al techo y te das cuenta de que sigues sin creer en ningún dios. Así de sencillo, ni más ni menos.

Esta vida es así, ni más ni menos sencilla, depende quien la viva. Existen vidas llenas de muerte, existen vidas vacías de vida, existen vidas que arrebatan vidas para combatir la muerte, existen salvavidas para vivos y promesas de vida para muertos. Hay quienes no viven un minuto en cien años y quienes antes de nacer ya están muertos, hay muertes por inanición, empacho o anorexia, muertes por elección, imposición, dejación o tristeza. Hay muertes tan dulces como lejanas, tan necesarias y vitales como la vida. Vidas tan injustas, crueles y prescindibles como la muerte.

Existen vidas, tan vivas que duelen, tan intensas que insultan, tan sanas que estremecen, vidas que gritan por otras vidas, vidas tan saludables, afortunadas y sanas que a la propia muerte matan. Esas merecen la pena ser vividas, las vidas llenas de vida.

Al parecer he sufrido un “cortocircuito” en alguna parte de mi minúsculo cerebro, esto me ha ocurrido al cierre de esta edición, no he visto ningún túnel y mi vida no corre peligro, pero quería compartir este episodio en voz alta.

Para este viaje, mil alforjas saludables, que lo material es lastre; bajo un dedal todas mis propiedades que para este viaje, no traje traje.