El vértigo de asomarme a ti

Luis Miguel Coloma

Soy… Eres… En un abismo de materia oscura, tal vez en algún punto, en algún momento, puedan darse las condiciones para un ‘somos’. O no. Mientras, una noche densa rodea las zonas apenas alumbradas de dos realidades inmensas, insospechadas. Con tendencia a encontrarse, a colisionar, o a no cruzarse jamás.
Existo en un océano de tiempo. Olas y corrientes me van tallando, puliendo, sacándome lascas. Orbito en trayectoria errática sin saber si soy planeta o electrón. Apenas una partícula en mi propio universo, con el atractivo magnetismo de poseer territorios desconocidos.
Y en la periferia de mi infinitud, el infinito real. Una cantidad inimaginable de otros seres y realidades astrales. Unas me aportan luz, otras colisionan contra mí dejándome cráteres. Entro en campos magnéticos que desvían mi rumbo vital y en todos ellos existe riesgo de desintegración. No lo sé. No lo saben. Ocurre o no. Mientras, sigo flotando en la densidad insondable del vacío.
En cualquier otro punto ignoto del infinito, tú. Con tu sonriente y bonita porción de superficie apenas iluminada. Tú, sensual cinta de Moebius. Con tu magnetismo mineral, la asimetría perfecta de tus cráteres y tus divergencias cuánticas. Y con otra inmensidad de tu ser sumida respecto a mí en una densa noche cerrada.
En algún momento, nuestras elípticas pueden cruzarse, o no. Podríamos orbitar mutuamente, saliéndonos de la manada planetaria. Hasta la eternidad… O hasta que otra energía nos meta en su perímetro gravitacional. O puede que una estrella cercana nos vaya amaneciendo. Y vayamos viendo, poco a poco, distintas zonas de nuestras superficies. Que lleguemos, incluso, a conocer nuestros territorios más ocultos. A intuir nuestros valles y montañas y que se acompasen los tempos de nuestras mareas. Podremos vivir primaveras e inviernos, atardeceres largos y tormentas. Siempre, sabiéndolo o no, caminando en la fina línea del límite. En equilibrio temerario. Aun así, lo que veo será siempre solo un poco. Y lo que no, nunca sabré cuánto es, ni cómo.
Toda nuestra armonía, hipotética o factible, pende de la casualidad. La existencia, el amor, la felicidad…, habitan entre el infinito y el cero con el riesgo permanente de caer a uno u otro lado de la cuerda. En cualquier momento. Vivir es una realidad efímera. El tiempo es una medida ambigua. Ser es una percepción condicionada entre la construcción del yo y la proyección del tú. Estamos, o no. Podemos coincidir, o no, en cualquier lugar, tiempo o dimensión. Somos realidades binarias. Sin embargo, vivimos convencidos de que la probabilidad infinitesimal de un encuentro armónico es lo normal y que lo efímero es eterno.

 

Piintura “Gopali” Carlos Parra