Piel utópica

Luis Miguel Coloma

Cuando el mundo circundante no me alcanza juego a crear realidades alternativas. De la divergencia entre mis ideas, mis deseos y mis percepciones surge la magia y se rompen los límites. En el epicentro de su tridimensionalidad la oscuridad y el silencio se abrazan con ternura. Las líneas de mi pensamiento danzan formando trenzas efímeras. Mis anhelos se posan como una niebla al amanecer y mi piel se extiende por el universo como la superficie de un océano infinito. Mis deseos se abren como flores enormes que flotan en la noche y luego se desintegran para generar nuevas formas, absurdas, caprichosas, inútilmente bellas. En este no-lugar fruto de mi fantasía inconsciente, el tiempo es blando, el aire denso y la luz tibia. Habitan en él criaturas inconcebibles. Seres etéreos, elegantes, magníficos, interactúan en armonía. Diversidad en equilibrio inmutable.Átomos, partículas, constelaciones. Estructuras interconectadas. Células de un tejido vivo y envolvente como el abrazo de una madre. Superficies sumidas en la quietud pero latentes, se contraen con la escarcha y celebran la primavera. Sienten, como el suelo de un bosque. Como las dunas de un desierto y la arena de la playa. Como el manto estrellado de una noche sin luna. Cada mota de polvo suma, construye y es integrante activa de la inmensidad. La brizna de materia más insignificante explica y soporta el equilibrio del universo. Y ninguna de ellas alberga el más ínfimo y lejano deseo de alterarlo. Y navego sin ancla, sin rumbo, en este espacio de fronteras difusas. Sorteo las estructuras efímeras que genera mi pensamiento. Esquivo los impulsos erráticos de mi confusa voluntad. Me guío apenas por la brújula ciega de mi sentir. Cuando me abandono en mi deriva no sufro dolor. No hay contradicciones ni sombras ni acechan los monstruos de la duda. Cuando no pienso ni deseo, todo es felicidad y armonía.

 

Fotografía: Christian Hansen “Fin de la Calima”