Nº 38
Vacaciones, Auditorio Nacional. 9ª sinfonía de Beethoven. Concierto benéfico en favor de los “colectivos más vulnerables del planeta”... precio asequible, compro una entrada.
Primer movimiento: Allegro
Frente a las puertas del Auditorio se concentra numeroso público y, entre los asistentes, dos pequeños grupos bien diferenciados.
UNOS, aguardan pacientemente conversando e intercambiando reverencias diplomáticas. De sus chaquetas asoman pañuelos delicadamente planchados a la espera de ser desenvainados con cortesía. Jóvenes vestidos de adultos y chicas sin expresión juvenil caminan con paso seguro, como lo harían frente a las empresas de sus padres. Algunas sonrisas triunfalistas me hacen sospechar que no han acudido en metro, alguna mirada pedante me lo confirma. Todos permanecen erguidos, como si no les interesara el suelo, como si padecieran una molestia cervical.
OTROS, esperan mientras charlan y se descojonan. A cada rato despeinan las pequeñas cabezas que corretean entre sus piernas interrumpiendo brevemente sus conversaciones. De vez en vez se escucha algún ultimátum amenazante dirigido a ese chinijo que pretende abandonar espontáneamente la manada. No hay nerviosismo pero si incertidumbre, algo me dice que algunos acuden por primera vez al Auditorio. Mientras, otros niños ya aburridos, comienzan a tirar de las chaquetas que cuelgan de los bolsos de sus madres. Ellas, pacientemente, suspiran ojeando sus relojes. Algún que otro rostro, tallado por los cambios de turno, permanece en silencio... como ausente.
Segundo movimiento: Molto vivace
Tras la apertura de las puertas del Auditorio los UNOS y los OTROS toman asiento
Los UNOS, en perfecta sincronización ocupan ordenadamente sus localidades, resulta difícil diferenciar a los niños de los adultos, todos ellos se mimetizan entre el mobiliario de la Sala Sinfónica. Los OTROS, con cierto desorden, buscan la manera de acomodarse como si de un juego de tetris se tratara. Algún niño se divierte utilizando el programa de mano como un catalejos. Otro, aburrido, deslizándose sobre su asiento hace tropezar a su madre. Se gana una chapada.
Tercer movimiento: Adagio molto e cantabile
Comienza el concierto, comienza la vergüenza.
Tras la primera pieza, los OTROS aplauden emocionados ante aquel majestuoso espectáculo musical. Es entonces cuando los UNOS con arrogancia genética y gesto soberbio, giran sus enjoyados y perfumados cuellos exigiendo silencio (algunos de los asistentes desconocen que los movimientos de una sinfonía se desarrollan en silencio, y una vez finalizado es cuando el público aplaude) Los OTROS, con caras avergonzadas acatan.
Cuarto movimiento: Vivace
La sordera de Beethoven cura mi ceguera.
Mientras suena la potente coral interpretando el himno de la alegría cierro los ojos... ahora lo comprendo, el cuarto movimiento para UNOS puede ser la banda sonora que enaltezca su conquista y para OTROS una sedante melodía de liberación.
El problema entre pobres y ricos no es el dinero, algunos hombres una vez poseen riqueza requieren de algo más, el dinero sacia su sed pero no su hambre. Hay ricos que desprecian también a otros ricos, más si estos últimos no gozan de pedigrí o abundantes apellidos compuestos. Es más obsceno, alguno necesitan rodearse de mugre para pasar de puntillas tapándose la nariz. Precisan sentir arcadas intelectuales para disfrutar la exclusividad. Prefieren masticar en solitario que saborear acompañados. Se arrogan una supuesta sensibilidad casi divina con la que paladear el arte, la cultura, la música, la historia, y lo peor de todo, el orden social... porque los OTROS son muchos y dan asco.
A UNOS lo que no les gusta de la pobreza son los pobres.
A OTROS lo que no nos gusta de la pobreza son sus responsables.
Dedicado a los “colectivos más despreciables del planeta”.