POÉTICA CIENTÍFICA

Íñigo Castañedo

Llueve ligeramente, y el sonido de las gotas marca la cuenta atrás, apresurada y caótica, de un despegue hacia Marte.

Despido con la mano la lanzadera espacial en la que viajan los gestores políticos y los financieros más exitosos de mi país. Son los primeros. “Para dar ejemplo”, dijeron. Mientras tanto, despacio, pero sin descanso, el sol se hace más grande cada día. Estoy con mi hija Alicia. Ella también les dice adiós.

Hace algunos meses, cuando nadie siquiera imaginaba que este viaje fuera necesario o incluso posible, llegó el virus. Y, milagrosamente, la vacuna. Recuerdo que en un principio los primeros iban a ser los ancianos y los sanitarios. Luego descubrieron a algunos representantes vacunándose... y, ante las protestas... llegó la noticia que anunciaba la alteración del orden de la vacunación, aprobado por decreto—ley un sábado por la noche, en plena final de la Copa Nacional de Fútbol. Primero, los representantes del pueblo.

Estaba acabando de leerlo, cuando sonó mi móvil. Era la madre de Alicia, llorando.

—Hola Ernesto. Han llamado de la gestión de vacunas. Han cambiado el número de vacunación de Alicia. La han retrasado 20.000 puestos. Por lo de los representantes. ¿Puedes hacer algo?

Mi hija pertenecía a un grupo de riesgo alto. Aun así no me apresuré. Dos palabras resonaban en mi cabeza, como si me pidieran paciencia: justicia poética.

Unos días después, ocurrió lo que mi intuición me había prometido. Como miembro del ESTEC (Centro Europeo de Investigación y Tecnología Espacial) descubrí una ambigüedad en los datos de combustión del sol. Investigué y llegué a la conclusión de que el consumo del combustible solar se había acelerado repentinamente de forma exponencial. Seguí investigando. Recordé lo poco que había estudiado la ciencia primitiva. El Kalabtun maya, las Kalpas hindúes... No quise seguir. Era fundamental no saber más de la cuenta.

Soy científico. No podía actuar de forma subjetiva. Pero otros sí podían si sus instintos bajos eran más fuertes que su amor a la ciencia. Y puse a prueba esa hipótesis: elaboré un dossier con todo lo averiguado y lo guardé asegurándome de que mi jefe me pudiera ver. Luego comenté mi preocupación con un colega ambicioso del ESTEC, y le expliqué que el dossier estaba escondido porque no quería que nadie me robara el hallazgo, y faltaba una comprobación extracientífica. Funcionó. Veinticuatro horas más tarde mi jefe se lo entregaba al ministro como si fuera suyo.

—Papi hace calor, ¿vamos a la marea?

El día en el que el presidente nos llamó, el calor empezaba a ser preocupante. Nos preguntó si estábamos seguros. Es una cuestión de datos y números, le dijimos. El sol se agotará en doce meses. Luego aumentará su radio en 175 millones de kilómetros y fundirá los tres primeros planetas del sistema solar. Marte, sin embargo...

Contactaron con los grandes visionarios del viaje espacial. No sería posible sacar a 7.500 millones de personas del planeta en 6 meses.

—Claro, mi amor. Voy enseguida. Prepara las toallas. Has tomado...

¿Quiénes podrían salvarse? Se optó por evitar la anarquía y dar al pueblo una versión amable. La elaboré yo: el calentamiento se debía a un fenómeno natural que se repetía cada 150.000 años. Y luego la tierra se enfriaría de nuevo. No se mencionó la evacuación. En secreto se negoció un cupo en cada nave para los representantes. De nada serviría salvar a gente sin gobierno. El resto de plazas se sacaría a subasta, de tal forma que con los beneficios se pudieran seguir construyendo naves mientras el aumento de la temperatura lo permitiera. Nunca hizo falta sacar las plazas fuera de la primera instancia de decisión.

—¡Papá, sí! Qué pesado. ¿Puedes o no?

Había decidido dejar cada cosa en su sitio: se van los individuos peor adaptados para convivir, y por ello, los que mejor se adaptan para sobrevivir.

Dentro de aproximadamente 250 días es probable que ocurran dos cosas. La primera: el sol volverá a enfriarse. Ocurre cada Kalpa, cada Kalabtun. La versión que elaboré para calmar al pueblo era la buena. Yo no mentí, entonces. La segunda: las naves que han despegado hacia Marte habrán pasado el punto de no—retorno y ya no tendrán suficiente combustible para regresar. Sólo el necesario para llegar a su destino, y entonces recibirán la noticia: el sol se enfría. Los que nos quedamos, conviviremos. Ellos sobrevivirán en Marte.


—Claro que puedo.

 

Texto:

Ííñigo Castañedo www.elmonoinfinito.es

 

Ilustración:

www.fernandobarbarin.om