Terra incognita
Hubo en nuestro planeta hasta hace relativamente poco, numerosos lugares por descubrir. Islas, selvas, desiertos, continentes enteros… Territorios por explorar que se plasmaban en los mapas cartográficos acompañados de monstruos marinos como serpientes gigantes, pulpos enormes que atrapaban barcos enteros con sus tentáculos, e incluso dragones. Seres fantásticos fruto de la imaginación o del miedo de navegantes y marineros, destinados a aconsejar precaución a quienes se pensaran aventurar en aquellas aguas. Aunque también surgidos desde el egoísmo, para asustar a otros y preservar dicho espacio a la propia conquista, que la codicia es tan vieja como el hombre mismo.
Hacia finales del siglo XIX ya se habían agotado estas etiquetas. Tras años de innumerables expediciones, impulsadas por las sociedades geográficas, esta ansiedad de conquista quedó saciada o, más bien, se les acabaron los territorios no descubiertos. Sin embargo, a pesar de la existencia de alta tecnología en órbita capaz de cuadricular al centímetro cada porción de tierra emergida, es una ingenuidad afirmar categóricamente que ya no queda en nuestro planeta ‘terra incognita’. Sólo ha cambiado de formato y hoy se conjuga en primera persona del singular.
Hoy ─en realidad siempre fue así y lo será─ la conquista de tierra desconocida es una experiencia personal. Cualquier situación que se presenta, grata o difícil, genera sensaciones similares a las que vivían aquellos intrépidos navegantes de la antigüedad. Emoción ante lo desconocido, pero también miedo o incluso angustia. Porque depende de nosotros, exclusivamente de nosotros, con qué actitud afrontamos los nuevos escenarios que se nos presentan. La única seguridad en la vida es el cambio constante. La permanente e incesante evolución. terra incognita es todo aquello que nos espera al otro lado de la línea del horizonte. A la vuelta de cada minuto y de cada segundo. terra incognita es cada parcela de conocimiento por descubrir. Cada persona que conocemos. El paisaje que vemos cada vez que abrimos una nueva ventana.
terra incognita puede llegar a ser uno mismo, cuando mira hacia adentro. Porque a muchos les produce pavor bucear en las profundidades del ‘yo’. Les horroriza el silencio porque invita a iniciar un viaje interior. Les da pánico la soledad y buscan en otras personas un alivio que en realidad no es en absoluto curativo, porque nunca puede sustituir el desconocimiento de ese inmenso territorio que es uno mismo. La soledad no es falta de compañía, porque se vuelve más aterradora cuando uno está rodeado de gente y no consigue apaciguar esa carencia. La soledad es la confirmación de un vacío interior desolador. Ese vasto territorio sólo puede explorarlo uno mismo. Con ayuda externa, tal vez, pero sólo uno mismo puede acceder a todos los cauces secos de afecto, a todas las selvas oscuras del recuerdo. Sólo uno mismo puede vivir esa apasionante experiencia interior de exploración. Una expedición que no tiene fin sino cuando acaba la vida y, tal vez, ni siquiera entonces.