Mientras duermes...
Descubrí una vez que lo que ocurre en mi vida, día a día, es pura ficción. Una irrealidad perfectamente articulada y entrelazada en un equilibrio perfecto con las supuestas vidas de mis allegados, y que se extiende hasta el infinito como una tela de araña interminable. Pensaba que sólo ocurre en mi vida lo que percibo durante ese tiempo en el que supuestamente estoy despierto, con los ojos abiertos, o sueño que lo estoy.
Porque tal vez lo real sea todo aquello que sucede cuando la oscuridad funde en un igual la noche, el cielo y el mar, como un amable espacio entre paréntesis. Un útero confortable y protector que reconforta y restablece para poder volver a afrontar la irrealidad de cuando sueño que estoy despierto.
Pienso, creo, sé... Definitivamente, la mente está sobrevalorada. Le hemos otorgado la supremacía absoluta sin reparar en su vulnerabilidad. Pensamos que a través de ella podemos controlarlo todo, pero a veces nos juega malas pasadas. Nos hace creer cosas con una precisión y definición impresionantes y caemos sin remisión. En ocasiones, la mente puede resultar como una habitación llena de espejos. Nos muestra agua en el desierto y oasis con palmeras en medio del sórdido asfalto, generándonos dudas desgarradoras.
¿Qué es entonces lo auténtico? ¿Lo que pienso, o lo que siento? A veces todo se aclara y se distingue precisamente cuando cierras los ojos. La intuición se convierte en un sabio piloto automático cuando limitas y sesgas esa fuente de confusión que es la mente. A ella se refirió el gran genio Francisco de Goya con la brillante afirmación de que “el sueño de la razón produce monstruos”. ¡Y qué monstruos!
Prefiero ese no–lugar con fronteras difusas e indefinidas como el agua. Ese espacio en el que flotas en un estado de felicidad ingrávida, entre miles de millones de puntos luminosos de colores, como si te sumergieras en la densidad placentera de la noche. Mar o cielo, plancton o constelaciones… Una oscuridad acogedora, que no genera temor sino paz. ¿Por qué habría de preferir dolor y tormento? ¿Acaso me corresponde alguna culpa por existir?
Amanece en este útero conceptual y siento que vuelve a tocarme soñar que estoy despierto. Pasar al otro lado de la realidad. Del yin al yang, y así permanentemente. Tránsito necesario para asimilar el contraste de la propia existencia e interactuar con la irrealidad de otras. Para generar karma haciendo vibrar la infinita tela de araña. Dentro de unas horas volveré a cerrar los ojos para despertar.