Mariposas negras

Luis Miguel Coloma

A veces la vida camina sobre una carretera recta, larga y solitaria que divide la nada en medio de un páramo. Al fondo, montañas de una cordillera cualquiera que perfectamente podrían ser un espejismo y, tras ellas, se acaba el horizonte. Las nubes salpican de manchas oscuras el asfalto desteñido. Avanzan con tedio y despliegan su apatía sobre un campo cubierto de margaritas negras y zombis de amapolas.
El aire huele a fracaso y hastío. Una bandada de pájaros muertos apunta notas de réquiem sobre la cadencia hipnótica de los cables del telégrafo. Inmóviles, simulan que duermen pero no pueden despertar. Su peregrinación acabó. Quedarán ahí para siempre. Velarán al viento, al campo y al tiempo.
La luz amarillenta del atardecer llueve sobre un suelo pedregoso y salpicado de tallos secos. El silencio impone su dictadura sin guante de terciopelo y la carretera avanza escoltada por una procesión de naturalezas muertas. Lentamente, una paleta de grises cada vez más cenicientos y oscuros gana terreno y los ocres se apagan a su paso.
El aire se vuelve escarcha. Miles de hojas afiladas navegan en el viento. Cuartean la piel y hace sangrar los labios. La respiración se ralentiza.El camino se vuelve pendiente. Avanzar esuna penitencia y los fantasmas de la mente despliegan sus redes cargadas de dudas y culpas. La noche va ocupando el horizonte y los pasos arrastran pesadas cadenas.
El final se adivina pero aún no se ve. El abismo se acerca y la vida te flagela con un asedio de recuerdos. El nacimiento deslumbra y el tiempo apaga. Llena de piedras el saco que cargas. La muerte, en cambio, la imagino ingrávida y con un ligero sabor metálico.