PIANO DE COLA
Si la tocas otra vez, estarás incurriendo en el único error.
Nadie dijo que fuera fácil.
Tócala para ella si quieres. Es el azar de todos modos.
El ideal literario es este: convertir cada tecla del ordenador en una tecla del piano, improvisar una canción que no conoces y que ya jamás se repetirá. Los guantes y el smoking no son necesarios, nadie te verá. Basta sentirse cómodo, y ni siquiera eso es necesario.
La canción permanecerá en el olvido, ese es su lugar ideal, nadie pedirá nada a cambio. El viento sabe de estas cosas. Pero yo ya no tengo fuerzas, vanos esfuerzos de un músico frustrado. Tampoco importa, nunca nadie te oirá y tú tendrás que seguir haciéndolo igualmente.
Luego están esas cuerdas que funcionan por simpatía, es la vibración correcta y pertinente, después de un descubrimiento como este tocar un piano con la mano se antoja vulgar, aunque sea un piano de cola.
(No pretendo contagiarte mi enfermedad, esto debería ser una versión mejorada de mí.)
Solo tienes que tocarla como si fuera la primera vez y como si fuera la última, esa es su verdad.
Sí, lo sé, es una música pobre y enfermiza, es como cuando el viento suena cansado y desgastado y pareciera un lastimero grito de auxilio, un grito interminable que no oiremos por permanecer en ese otro ruido, el ronroneo de nuestra mente, y es una pena porque jamás se repetirá. Y no importa, el viento seguirá con su concierto, todavía estamos a tiempo para escucharlo, si es que podemos.
Pero lo de la simpatía puede ser otro ideal, y entonces hay que recurrir a la vieja usanza y buscar el contacto. Un contacto suave y delicado sería lo suyo, del mismo modo que tampoco estaría de más que la repetición prolongada de dichos contactos aplicados de diferente forma en diferentes lugares produjera sonidos armónicos comúnmente conocidos como música; pero eso es mucho pedir. ¿Habéis escuchado alguna vez al viento cuando sopla? No silba: sopla. Por eso no sale música de verdad, y no por ello deja de tener su propio idioma. Yo mismo podría hacerlo mejor si no fuera tan como soy. Nada me hace mejor que el viento. Soplo y no pretendo llamarlo música. Sí, le pido algo a cambio, es como intentar tocarla otra vez porque te sonaba bien: no se puede evitar.
El ideal musical: convertir cada tecla del piano en una tecla del alma. Pero no hay que olvidar que la tecla es la parte visible de un instrumento de cuerda. Sin ir más lejos los mejores violinistas utilizan los dientes, y no precisamente a modo de hilo dental… aunque igual sí, habría que preguntárselo. Yo de momento me concentraré en lo mío, bastante tengo con las cuerdas como para cuidar de las teclas, por no hablar ya de la música. Además, lo de la simpatía me anima a creer en algún tipo de comunicación, no solo unilateral, sino bilateral, es decir, un dialogo, o quizá dos monólogos.
No tengo fuerzas, ni siquiera siento mis manos al caer contra las cuerdas, las tocan por accidente y ya no hay marcha atrás, demasiado tarde para arrepentirse. Se hizo lo mejor que se pudo. El sueño de todo músico es morir en el escenario; sobre el piano (no importa teclas o cuerdas), la cabezada final, quizá entonces alguien pueda oír música, yo mismo lo hubiera hecho en vida de haber podido, si no fuera porque la oí dentro de mí.