Nº 59
¿Quién se llevó la flor?
La que piropeaba por las mañanas, antes de acariciarla con mi nariz. Aquella de la que me sentía tan orgulloso si un vecino se detenía a contemplarla. De tallo verde y blancos pétalos, simpática, pero con el arrojo suficiente para enfrentarse al salitre y los poderosos alisios. Hoy, en el lugar donde la vi crecer, tan solo queda un diminuto solar abandonado; unos pétalos desordenados recuerdan las plumas de un gorrión abatido sin sentido. Hoy, ese pequeño espacio representa el recuerdo sin flor. Pienso en las manos que la arrancaron… zarpa cruel, que arrebata en la noche retrayendo las garras durante el día. Piel blanquecina en la soledad de un jardín robado, alma triste entre jarrones falsos. Tus ojos jamás se empañarán con el rocío del amanecer, porque ignoras la belleza que albergan las lágrimas que retienen sus pétalos tras el aguacero.
Alcanzas lo que deseas, pero no amas lo que tomas. Esteta maldito e ignorante, arrancas un poema sin que tiriten tus manos. Y observas orgulloso las flores desraizadas, con la mirada de un cazador furtivo; pero
hasta la menos bella de todas ellas te desprecia por ser tú su dueño.
Tu mirada se secará ante mi flor, tu corazón sin raíces te abandonará en el patio encharcado de los solitarios. Ese día tus manos bandidas sí temblarán; lo harán aturdidas, incapaces de retenerla un segundo más entre tus dedos. La vieja regadera desplomándose bajo tus pies dará la última campanada. Entonces, gota a gota, tus recuerdos se ahogarán en silencio, y desaparecerán bajo las alcantarillas. Será ella, mi flor, quien sonría.
Al entierro no acudirán poetas. En tu corona, un aro de espinas. Y en la primavera, el nicho del jarrón vacío recordará a los sepultureros quién eres. Entre los pliegues de mis manos se desprenden restos de la tierra triste sobre esta hoja en blanco; hoja que antaño fue árbol, árbol parido por la semilla que un día emergió del barro.
Por un recuerdo sin flor ─ in memoriam.