Nº 58
Cuenta mi madre que siendo niño, regresé de la escuela, la miré y tras una breve pausa le arrojé la siguiente frase: “soy el más tonto de los listos y el más listo de los tontos”.
Hoy observando el horizonte, mientras me sacudía la arena de los pies, he pensado lo mismo.
Mi biblioteca tiene huecos, pero no se decora con souvenirs vacacionales.
No soy el candil que sujeta un pirata iluminando un cofre repleto de oro ni la linterna que cuelga del cinturón de un funcionario de prisiones.
Ante el silencio majestuoso del humilde mantengo la respiración, frente al rugido del necio alzo la voz.
Ni combato desnudo en primera línea, ni oculto mi bandera bajo la gabardina. Mis principios no se precipitan por un barranco sombrío pero mis manos no sostienen todas las pancartas.
Mis zapatos no alcanzaron las más altas cimas pero conocieron laderas y montañas, no lucieron en bailes de salón pero acompasaron alegres el bullicio de las tabernas.
Me acomplejo frente al espejo pero no frente a los escaparates.
Paso desapercibido entre la sabiduría del ser humano y la necedad de los hombres, me pueden encontrar cabalgando entre Sancho Panza y Don Quijote.
No soy el más avezado de los capitanes ni el más torpe de los grumetes, ni aventurero ni vagabundo, ni guapo ni feo...
No he sido un Don Juan pero he pernoctado en más sábanas que Juanito.
En fin, no soy escritor, pero... escribo.