Nº 52
El dos mil, ese año se materializarían todas las predicciones... Nosotros, lo niños y niñas crecidos entre cromos, peonzas y canicas, soñábamos con revoluciones planetarias, platillos volantes y seres de otra galaxia. Y sin apenas pestañear, ese futuro llegó, llegó sin avisar, llegó arrastrando con nosotros el mismo pasado.
Ahora los bocatas son bollos, los tebeos pantallas, el barrio un centro comercial y los abusones, despiadados terroristas con wifi. La felicidad analógica dió paso a la dependencia digital.
Por lo demás, poco más.
Fernando Barbarin