¿Delfinarios?

Vidal Martín Presidente de la SECAC

UNA MIRADA INVERSA

Observo esta fotografía y me pregunto qué pueden estar pensando los delfines al mirar a los niños desde su cárcel. Sí, he utilizado las palabras “pensar” y “cárcel”. Los delfines piensan, son inteligentes, son sociables, poseen un gran cerebro, además de un sofisticado sónar a través del cual perciben su mundo en imágenes acústicas. Convierten los sonidos en imágenes y viceversa. Su respiración no es automática y utilizan un solo lado del cerebro para dormir. Son curiosos y creativos. Tienen identidad. Se reconocen en el espejo y se comunican entre ellos. Cada individuo posee una firma acústica única en forma de silbido que lo distingue de los demás. Pueden utilizar herramientas (esponjas). Les encanta jugar y aprenden con rapidez. Son flexibles e innovadores, circunstancia que les permite sacar lo mejor de su hábitat y por cuyo motivo unas poblaciones son tan diferentes de otras. Son auténticas culturas en los océanos. El remarcable sistema paralímbico de sus cerebros, (responsable de procesar las emociones), está detrás de sus fuertes vínculos sociales. Ahora sabemos esto y mucho más, pero en realidad conocemos bien poco. Son misterios con aletas y sangre caliente producto de setenta millones de años de evolución en el mar, con una mueca permanente en forma de sonrisa, pero con pocos motivos para estar alegres a causa de la injerencia del ser humano en el medio marino. Están amenazados por nosotros, aquellos que miramos, pero raramente vemos. Aquellos que escrutamos el firmamento en busca de vida inteligente, pero que somos incapaces de ver y respetar a las criaturas conscientes con las que compartimos esta minúscula y frágil gota azul rebosante de vida, debido a que tenemos la profunda convicción de que los animales existen para servirnos, para ser utilizados como alimento o entretenimiento entre otros muchos “servicios”. Un tanque de agua no posee barrotes pero es una jaula. Y una jaula, por grande que sea, siempre será una jaula. Y una jaula no es lugar para un delfín. Qué extraña paradoja la nuestra, que a pesar de buscar el conocimiento y enaltecer la belleza, a los animales los miramos pero raramente los vemos y casi siempre los sometemos. No a un delfinario en el Rancho Texas.