CHAPAPOTE EXPRESS

Foto y texto Alber López
A veces y más a menudo de lo que me gustaría, me planteo dilemas sociales que veo a mí alrededor. Problemas de convivencia.
Que bonito sería (frase utópica donde las haya) si, en vez de levantar la alfombra y meter lo barrido dentro, cogiéramos todos y cada uno de nosotros y nos responsabilizáramos de nuestra mierda, ahora mas que nunca que sabemos que la alfombra llega al techo.
Se que es algo repetido y repetido, por lo menos yo lo oigo y lo digo, pero es que parece que no aprendemos.
Parece que estamos esperando la tragedia para actuar. Cuando el aire no se pueda respirar, las verduras y la carne no se puedan comer o nuestras costas se llenen de petróleo o aceite y no podamos pescar. Entonces diremos que hay que hacer algo. 
Tanto le costaría hacer las cosas bien a ese capitán, que donde manda él no lo hace ninguno y que luego se queja del chapapote por no poder salir a faenar. ¿Tanto le cuesta… de verdad?
Me es incompresible que un hombre de mar haga estas cosas, así que imagino que el origen del problema empieza en otro punto.
¿Cuándo le pondremos verdaderos límites a las empresas? ¿Cuándo frenaremos su sed de beneficios? ¿Cuándo aprenderán que los hombres no somos esclavos para hacer lo que digan y el planeta no es su vertedero particular?
Las empresas deberían de tener una moral, igual o mejor que la que nos exigen a nosotros como personas. Esa es la asignatura pendiente de las corporaciones: La ética empresarial.
Si yo fuera marinero y me dijeran:
-¡Oye tú! Tira esos bidones de 200 litros de aceite usado por la borda ¡Ahora mismo!
Le contestaría:
-Pobre de ti, inútil. Eludiendo tu responsabilidad. Incapaz de limpiar tu mierda.