Montañas submarinas
Relieve submarino
La montaña más alta del planeta no es el Everest, sino el Mauna Kea que mide 9754 metros; nace bajo el mar y sobrepasa la superficie del agua.
Las montañas submarinas son en su mayoría de origen volcánico y superan alturas de más de mil metros sobre el suelo oceánico; a pesar de su enorme interés biogeográfico y su alto grado de endemismo, apenas unos centenares han sido investigados. Estas formaciones obligan a las aguas profundas a subir hasta la superficie al chocar contra sus empinadas laderas, lo que permite el ascenso de nutrientes hasta la superficie (conocido como aflojamientos o upwellings), y los convierte en alimento accesible para el plancton.
Expedición Oceana
El barco partió el 3 de septiembre de Sagunto (Valencia) rumbo a Lanzarote, donde llegaron una semana después. Al norte de la isla de la Graciosa se encontraron con las dos montañas submarinas que comenzaron a explorar el 14 de septiembre. Se llaman Dacia y Tritón y, según explica el biólogo Ricardo Aguilar, líder de la expedición, aunque en ellas se habían realizado algunos estudios geológicos para determinar su edad y su vinculación con las Islas Canarias y con Madeira, su biología no había sido estudiada hasta ahora.
Dacia y Tritón
Dacia es redonda, como si fuera un volcán, mientras que Tritón es más alargada, como una cordillera. Las montañas submarinas del norte de Canarias, Dacia y Tritón, han sido documentadas por primera vez durante la expedición que Oceana está llevando a cabo en la zona. Las imágenes obtenidas muestran extensos bosques de corales negros en la cima de Dacia y una gran diversidad de esponjas en las laderas de Tritón, incluyendo espectaculares esponjas cristal y esponjas carnívoras así como diferentes gorgonias, corales, peces de profundidad, tiburones, etc. La alta concentración de cetáceos cerca de esas dos montañas submarinas nos recuerda que son zonas con un gran valor biológico, además de indicar que se tratan de lugares adecuados para su alimentación.
“Encontramos muchos cachalotes. Y si hay cachalotes, hay calamares. Vimos bastantes ballenas, sobre todo rorcuales boreales [Balaenoptera borealis], que suelen ir a bancos de pequeños pelágicos que se concentran en torno a las montañas submarinas. Son, por tanto, sitios interesantes en los que hay gran riqueza”, comenta Ricardo Aguilar.
La investigación se está llevando a cabo a través de inmersiones con ROV (vehículo operado a distancia), que documenta desde la cima de Dacia, a cerca de 100 metros de profundidad, hasta los casi 1.000 metros en la ladera de Tritón. Estas montañas están situadas a 190 mn y 110 mn al norte de la isla de La Graciosa, respectivamente. Cuentan con más de 2.000 m de altura y se elevan sobre un fondo a unos 3.000 metros de profundidad. Tritón consta de dos cimas y se extiende a lo largo de unos 60 kilómetros de longitud, mientras Dacia tiene un diámetro de poco más de 20 km.
Dacia y Tritón forman parte de un conjunto de montañas situadas entre Canarias, Madeira, la Península Ibérica y Marruecos, sirviendo como puntos de conexión para las especies que viajan entre estas zonas.
Para estudiar Dacia bastaba con que el vehículo se sumergiera a unos cien metros: se trata de la montaña submarina más cercana a la superficie, está a sólo ochenta metros de profundidad. Los biólogos a cargo de la campaña señalan que hace millones de años era probablemente una isla.
Recogida de muestras
Además de las muestras que recoge el vehículo robótico a gran profundidad, emplean un tipo de draga denominada Van Veen con la que toman muestras de sedimento y pequeños organismos. Y como ya resulta habitual, también se han topado con residuos. “Es muy difícil hacer una inmersión donde no encuentres basura o aparejos de pesca. Hemos visto sedales abandonados, botellas, latas, embalajes...”, cuenta Ricardo Aguilar.
Entre los hallazgos filmados por el vehículo en las montañas submarinas de Dacia y Tritón destacan una gran variedad de esponjas y extensos bosques de coral negro. Su nombre, coral negro, se debe tan solo al esqueleto; por fuera, los corales negros tienen vivos colores y su aspecto recuerda al de una cuerda, como se aprecia en la foto en la que se ha retratado a una morena mediterránea (muraena helena). “Los corales negros están muy distribuidos por todo el planeta y pueden llegar a habitar a profundidades de 5.000 o 6.000 metros. Hay especies tremendamente longevas, que pueden tener más de 4.000 años de antigüedad. Ahora estamos empezando a saberlo. Son también especies muy sensibles”, nos ilustra Aguilar.
También han visto narcomedusas, uno de los tipos de medusa más desconocidos, porque se encuentran a profundidades de entre 300 y 800 metros, donde su picadura no supone un peligro para el hombre. Otra criatura que se deja ver a los 400 metros de profundidad es el cabracho de abanicos, denominado así por los curiosos movimientos que realiza con sus largas aletas. Los colores vivos como el naranja o rojo se vuelven casi invisibles en la profundidad del océano, por lo que muchas especies son de esos colores para camuflarse, como es el caso del mero bostezador.
Protección de áreas de especial biodiversidad
La protección de los mares ha comenzado muy recientemente. Hasta hace poco solo estaba protegida el 0,5% de la superficie marina total del mundo y en la actualidad se estima que está en entre el dos y el cuatro por ciento. En nuestro país el porcentaje es similar.
“Estas montañas pueden ser consideradas como las otras Islas Canarias, algunas de las cuales, aunque sumergidas en la actualidad, llegaron a emerger” declara Helena Álvarez, científica marina de Oceana. España debería estudiar y proteger estas montañas marinas para que, junto a Portugal, Europa pudiera contar con una extensa área marina protegida donde decenas de elevaciones submarinas albergaran una de las faunas más ricas y diversas del planeta.
Como todos sabemos a estas alturas, la incompatibilidad que existe entre la explotación de recursos petrolíferos y el ecosistema marino, máxime en un área tan sensible donde se pone en peligro el equilibrio natural, es una evidencia. Las actividades petroleras significan un serio riesgo y queda patente cómo en muchos casos han afectado a la biodiversidad de la zona donde han desarrollado su actividad; su conservación exige por parte de las autoridades una protección máxima para un medio que no solamente nos pertenece a nosotros, sino que también pertenece a las generaciones venideras.