LOS FAROS: EL ORIGEN DE LAS SEÑALES MARÍTIMAS

POCO A POCO ASISTIMOS AL APAGADO INEVITABLE DE NUESTROS FAROS, FAROS QUE ANTES DE SURGIR LAS NUEVAS TECNOLOGIAS COMO EL GPS FUERON INDISPENSABLES PARA LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD ES POR ESTO QUE HACEMOS UN BREVE REPASO SOBRE SU HISTORIA Y LEYENDAS. 

El origen de las señales marítimas se remonta a los primeros intentos de la navegación, en ese afán por explorar nuevas rutas para el comercio. Las señales geográficas de orientación se basaban en el reconocimiento diurno de accidentes naturales del paisaje como ensenadas o cabos. 
Como ejemplo característico tenemos el volcán del Teide, punto solitario y de gran altura. Sin embargo, la monotonía de otras zonas costeras impedían ser fácilmente identificables, por lo que aparecieron las primeras señales artificiales. Las más famosas fueron las columnas de Hércules de cuya existencia hay versiones contradictorias. 
A medida que el comercio fue creciendo se hacía necesario aventurarse a mayores distancias, por lo que las marcas ya existentes se hicieron insuficientes. Para ello, se utilizaban hogueras en puntos de fácil localización nocturna, para las cuales se construían estructuras, ganando así en elevación al mismo tiempo que las preservaban de los temporales. Estas estructuras fueron mejoraron conforme lo hacía la navegación. 
Más tarde se colocarían superficies reflectoras para amplificar la luz, lo que permitiría que esta fuera localizable a mayor distancia, disminuyendo así el riesgo de encallar para las embarcaciones. Esta mejora llevó consigo la necesidad de que alguien cuidara del funcionamiento de las instalaciones para asegurar que el navegante estuviera protegido, por lo que la figura del farero–alimentador de fuegos siglos atrás, técnico de mantenimiento de sistemas electrónicos más tarde, se nos ha quedado en nuestra retina–, gracias al Romanticismo, como la de aquel hombre luchando contra la tormenta. Hoy en día los avances tecnológicos han hecho innecesaria la presencia permanente de los fareros, que antaño tenían su residencia en la misma edificación.
Tal era la relevancia de estas señales marítimas, que a veces los marineros les rendían culto edificando templos en su honor. Numerosas leyendas y costumbres antiquísimas rememoran la existencia de estos fuegos: los griegos se basan en su mitología y en la lucha de Hércules con Nexos, Homero los cita en su Iliada y otras nos hablan de los faros de los árabes o de los celtas galaicos. 
El origen de la palabra faro podría venir del griego “luz” o “brillo”, pero hay indicios para creer que los libios y kutitas ya habían construido torres de fuego a lo largo del bajo Egipto, por lo que una explicación plausible es la divulgación del nombre de la isla de “Pharos” en Alejandría, donde se erigió el faro más representativo de todos los tiempos. Otra teoría apunta a la palabra helénica “Pharah”, nombre egipcio del Sol. El faro más antiguo del que se conserva referencia escrita es el de siglo –650 a.c.–.

EL FARO DE ALEJANDRÍA
Torre construida en el siglo III a.c. –entre los años 283 y 246– en la isla de Pharos, frente al puerto de Alejandría, Egipto. Se construyó para servir como punto de referencia del puerto y más tarde como faro, dado que la costa en la zona del delta del Nilo es muy llana y carecía de cualquier referencia para la navegación. El Faro de Alejandría, fue una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo: construido bajo el reinado de Ptolomeo II por el ingeniero y arquitecto Sóstrato de Cnido, el cuál para perpetuar su autoría, grabó su nombre en piedra y sobre ella aplicó una capa de cemento con el nombre del rey. El tiempo haría caerse la capa de cemento, apareciendo de esta manera su nombre.
Su altura alcanzaba los 150 metros aprox. –distintos escritos lo mencionan entre los 130 a 180m. de altura– y en su construcción se utilizaron grandes bloques de vidrio que fueron situados en los cimientos para evitar la erosión del agua salina y aumentar la resistencia contra la fuerza del mar. El edificio, erigido sobre una plataforma de base cuadrada, era de forma octogonal y estaba construido con bloques de mármol ensamblados con plomo fundido.
En lo alto tenía una pequeña mezquita, a la que se accedía por una rampa en espiral, donde se colocaba el fuego, que alumbraba unas 25 millas –50 km. aprox.– en noches claras y de buena visibilidad, gracias a un sistema de iluminación ideado por Arquímedes. Éste consistía en un gran espejo metálico que reflejaba la luz del sol durante el día y por la noche proyectaba la luminosidad de una gran hoguera alimentada con leña y resina. Sucesivos derrumbes, reconstrucciones y varios terremotos, hicieron que el faro fuese arruinándose poco a poco y en el año 1.349 ya se considera destruido por completo.

EL COLOSO DE RODAS
El Coloso de Rodas fue una gigantesca estatua que representaba al dios griego del sol Helios, erigida en la isla de Rodas –Grecia– en el siglo III a.C. por el escultor Cares de Lindos. Con esta obra llegaron a ser cinco las maravillas del mundo –de las siete que se conocen– que se encontraban en la faz de la tierra al mismo tiempo.
Los rodios tomaron la decisión de fundir esta estatua de su dios protector, después de su victoria sobre el rey macedonio Demetrio Poliorcetes en el siglo IV a.c. Hay varias hipótesis sobre su situación: una de ellas en el centro de la ciudad de Rodas y otra en la escollera, que parece la más acertada por ser una situación estratégica.
Todo lo que se conoce sobre El Coloso es debido a manuscritos dejados por los escritores antiguos y a las crónicas bizantinas, por lo que no se sabe exactamente si fue utilizado como faro. La leyenda se justifica porque junto a él tenían que pasar los barcos que entraban al puerto y además era visible en todo el horizonte. El Coloso –figura de bronce desnuda– posaba con las piernas abiertas a la entrada del puerto de Rodas, alzando en su brazo derecho una copa, donde se colocaba la hoguera, a la que se accedía por medio de unas escaleras en su interior. Esta monumental obra hecha con placas de bronce sobre un armazón de hierro, tenía un tamaño de unos 32 metros de altura y un peso de unas 70 toneladas. Uno de los mayores problemas para su construcción fue lograr la estabilidad con un centro de gravedad lo más bajo posible. 
Cares de Lindos, quién se suicidó por agotar el presupuesto a la mitad de la obra –suplantándole Lachus–, comenzó con los primeros bocetos en 291 a.c., que terminaría doce años más tarde. Se mantuvo en su lugar solamente 56 años, ya que en el 223 a.c., un terremoto asoló Rodas derribando El Coloso al mar.


FAROS ROMANOS
Hay muchas referencias a este tipo de faros con la existencia confirmada de más de veinte. Las fuentes de información son variadas: monedas, grabados, mosaicos, citas y los restos de los que aun existen. En ellos aparecen torres de faros de diferentes formas, alimentados con fuegos de leña e incluso lámparas de aceite. 
Las estructuras de las torres no responden a un modelo específico, sino que varían según un criterio de estabilidad en función a la zona de emplazamiento, altura y dimensiones. 
El sistema de iluminación más corriente era el fuego de leña o lámparas de aceite de oliva, normalmente usadas en los países meridionales. Los principales emplazamientos son: España, Italia, Francia, Inglaterra, Grecia y las costas de Asia y el Norte de África. 
De todos los faros romanos, el más famoso es el de la Torre de Hércules en La Coruña que todavía sigue en funcionamiento. 
Se le atribuye una antigüedad de casi dos mil años y ha sido protagonista de numerosas leyendas: Galeses e irlandeses conservan referencias a la luz del faro de Brigancia y los escoceses hablan del robo de la piedra del faro por el Rey de Escocia. Alfonso X hablaba en una de sus obras de la fundación de la ciudad y de la torre por Hércules y de como tras la victoria sobre el gigante Gerión enterró su cabeza en los cimientos de la torre. Además, mandó colocar un espejo de cobre en lo alto de la torre, en el que se divisaba todo el horizonte con lo que ningún barco podía pasar sin ser visto. 
El faro se ha reconstruido varias veces y ha sufrido numerosas modificaciones. Hoy, además de la señal marítima alberga también un museo en el que pueden visitarse tanto la torre como sus cimientos romanos.

FAROS MEDIEVALES
La caída del Imperio Romano provoca el comienzo de una etapa de oscurantismo general, al que no se sustraen las señales marítimas. El comercio se reduce a áreas locales y los estados se prestan más a la guerra y la defensa. La construcción de nuevos faros se interrumpe y los que ya existían desaparecen. 
Eran frecuentes las luces encendidas e las torres de iglesias o en las torres ya existentes, como es el caso del faro de Porto Pi en Mallorca.
A partir del siglo XII las cosas cambian. La creciente expansión de la navegación en el Norte de Europa y el Mediterráneo, aumenta la necesidad de seguridad nocturna. Los faros de Falsterbo, Travemünde, Neweck, Wismar y Warnemünde son ejemplos de los faros que convertirían las costas de Escandinavia y Alemania y la ruta del Báltico al Mar del Norte, en las mejores iluminadas de la época, pudiéndose contar con quince faros en el año 1600.

Faro de Pechiguera. El conjunto del Faro de Pechiguera fue incluido en 2.003 en el Inventario de Bienes Inmuebles de la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura español, con la categoría de Monumento por sus valores arquitectónicos e históricos. Siendo parte de un plan de alumbramiento empezado a mediados del siglo XIX para facilitar los transportes marítimos hacia las islas Canarias y entre ellas. El Faro de Pechiguera, localizado en el litoral suroeste de la isla de Lanzarote, hace parte de un grupo de cuatro linternas: tres en la isla de Lanzarote y una en la isla de Alegranza; destinadas a alumbrar el paso marítimo del estrecho de la Bocayna, entre Lanzarote y Fuerteventura. A finales del s. XIX nació la exigencia de señalizar la entrada a los puertos más importantes de Canarias, como son el Puerto de Santa Cruz de Tenerife y el Puerto de la Luz en Las Palmas de Gran Canaria, creándose el Plan de Alumbramiento de las Islas Canarias, por el cúal se construyeron veinte faros en las islas. El proyecto del Faro de Pechiguera será subastado en 1.851 y adjudicado al ingeniero Juan de León del Castillo –proyectista de siete de los veinte faros canarios– que levantó el inmueble con la colaboración del ingeniero Francisco Clavija y Plá, construyéndose en 1.853, para equipar Canarias de puertos y carreteras según lo establecido por la Ley de Puertos Francos de 1.852. Inaugurado en 1.866, el Faro de Pechiguera cuenta con una planta cuadrada de 14 metros de lado, cuyos muros son construidos con materiales tradicionales –piedra y barro encalado–, cantos de piedra, ventanas y puertas con arco de medio punto enmarcadas en cantería y un patio interior donde se encuentra el aljibe que recoge el agua pluvial que desciende de las azoteas. La linterna es incorporada en la estructura del edificio, que hace de contrafuerte al elemento cilíndrico construido en sillería basáltica con una altura de unos 10 metros. El antiguo faro dejó de funcionar en el año 1.880 a raíz de la construcción de la nueva linterna, con 50 metros de altura, que entraría en funcionamiento en 1.905.
 
Agustín Fresnel: Físico francés, perfeccionó la señal luminosa con la aplicación de lentes en 1.823. Se instaló por primera vez en un faro en 1.827, en Chassiron –Francia–. Introdujo el sistema dióptrico, por el que los rayos directos son derivados a través de lentes esféricas rodeadas por una serie de prismas anulares o parabólicos que concentran los rayos de luz y los dirigen horizontalmente. 

Resistencia: Una gran ola que avance a 28 metros por segundo, al tropezar contra un obstáculo, daría un golpe equivalente a 61.000 kilos por metro cuadrado. Por lo que un gran faro, debe soportar en algunos casos el choque de más de 100 .000 toneladas