La sabiduría de las antiguas viviendas marineras de Lanzarote y La Graciosa

 

Tras años de trabajo, el pintor y catedrático de Dibujo y Artes Plásticas Santiago Alemán Valls ha publicado recientemente con Ediciones Remotas un completo y pedagógico tratado gráfico titulado “Arquitectura tradicional de Canarias. Un recorrido a través del dibujo”. La obra es sobre todo una comprometida reivindicación de la arquitectura canaria y de la capacidad del ser humano para adaptarse armoniosamente al contexto cultural y natural de cada espacio.
La obra de Santiago Alemán, como él mismo reconoce en la introducción, nace del hartazgo personal causado por el “grado de abandono, desidia e ignorancia” con el que ha sido tratado el rico patrimonio tradicional arquitectónico de Canarias. Ante esta situación, el autor afirma que decidió hacer su particular “guerra” contra el olvido, aunque usando sus “pacíficas armas”: lápices, plumillas, estilógrafos, papel, etc.”.
“Arquitectura tradicional de Canarias. Un recorrido a través del dibujo” es una obra monumental que recorre todas y cada una de las islas de Canarias, además de tener varios apartados iniciales dedicados a generalidades, elementos constructivos y tecnologías populares. Junto a este corpus hay varios capítulos dedicados a la arquitectura aborigen, a la comparada, a la orgánica y a la moderna-racionalista, de tal manera que no solo son ilustraciones tradicionales de Canarias, sino también retratos de otras zonas del planeta y de épocas recientes.
En los más de mil dibujos que componen el libro hay también numerosas láminas dedicadas a describir con ilustraciones y textos explicativos cómo eran las antiguas viviendas marineras de muchos pueblos costeros de Canarias, especialmente de Lanzarote y La Graciosa.
Poblada a finales del siglo XIX debido a la instalación de una fábrica de salazón que finalmente naufragó económicamente, La Graciosa es una isla muy relevante para las construcciones típicamente pesqueras. En la octava isla, como en otros pueblos de la costa de Lanzarote, las antiguas viviendas de marineros se caracterizaban por tener estructuras modulares cúbicas sencillas, que se adaptaban a las singularidades del terreno y que se solían organizar en forma de “L”, con un patio delantero al que daban las habitaciones y dependencias. Era muy usual también encontrar un aljibe con acogida para el agua, al que acompañaba un sequero para el pescado (pejines, jareas, pulpos, sardinas, calamares, etc.)
Los materiales con los que se construían las viviendas solían ser los aportados por el entorno: piedra basáltica, ripios, toba o lajas de arenisca compactada que se colocaban secas o se cogían con barro. Los techos planos, con vigas recubiertas con torta de barro, estiércol de cabra o pajilla mezclada con ramas, astillas o conchas marinas y moluscos (lapas, burgaos…), ayudaban a impermeabilizar. Y luego, como en el resto de la vivienda, se encalaba con arenilla y cal. A veces también se usaba los “jallos”, que era el término con el que se denominaba a los materiales que se encontraban en la costa, traídos por las mareas de procedencias muy diversas. Dada la escasez de la época, esos “hallazgos” costeros se reciclaban para múltiples usos por parte de la población local. Especialmente valiosos para las viviendas eran los grandes “jallos” de madera que ocasionalmente varaban en las playas.
Una típica construcción de La Graciosa y de pueblos similares como La Caleta de Famara, Órzola, Playa Blanca, Arrieta o El Golfo eran los almacenes para los barcos. Servían como refugio y taller, bajo unos fines profesionales esenciales; mantener en buen estado los barquillos, que eran el sustento de la economía familiar y que respondían al modelo de embarcación de dos proas y vela latina. Situados normalmente en la primera línea de costa, estos almacenes servían para guardar las artes y las tradicionales falúas de la pesca de bajura, tras las faenas o en los periodos de mala mar. De nuevo, como en las viviendas, vemos el empleo de estructuras sencillas de techos planos y el uso de materiales de construcción del entorno: piedras, lajas de arenisca compacta, ripios, barro, cal, etc.
Arrecife, y especialmente la zona del Charco de San Ginés, también tenían construcciones de características similares, aunque la gran mayoría ha desaparecido, salvo contadas y valiosas excepciones, como es el caso del denominado rincón de “El Aguaresío”, en recuerdo del pescador Luis Hernández Fuentes. Otro núcleo de gran tradición marinera que aparece en la obra de Santiago Alemán pero que ha cambiado mucho su fisonomía es La Tiñosa. Antiguamente, este pequeño embarcadero tenía numerosos barcos y las casas de los pescadores se construían en los riscos en torno a la pequeña bahía. Eran muy característicos los patios delanteros, que servían como lugares de descanso y tertulia, además de perfectas terrazas desde las que otear “la mar”. Como en otros lugares de sabor marinero, las ventanas y puertas solían usar el azul ultramar o cobalto.
Tanto en las edificaciones tradicionales de la costa como en las rurales, la figura que realza Santiago Alemán es la del constructor anónimo. Esos “arquitectos populares” por ley natural de supervivencia que, con un saber generalista, hacían acopio de conocimientos transmitidos durante generaciones para realizar viviendas útiles y prácticas con los elementos del entorno. Ese respeto por el contexto natural lleva al autor a resaltar la labor, no solo de nuestros ancestros en Canarias, sino también de grandes arquitectos de la modernidad como Frank Lloyd Wright. En la introducción, Alemán cita una frase de Wright que parece flotar por todo el libro: “la arquitectura orgánica es el resultado de la fusión de diferentes partes o elementos de un edificio en un todo orgánico que imita la naturaleza y se inserta en ella como parte integrante de la misma”.

SANTIAGO ALEMÁN
Muy conocido tanto por su obra pictórica como la de ilustración, Santiago Alemán Valls nace en Arrecife en 1952. Con 16 años inicia los estudios de Bellas Artes, primero en Tenerife y luego en Madrid en la Escuela Superior de Bellas Artes de la Escuela de San Fernando.
La docencia la imparte durante 38 años, tanto en los Estudios Superiores de Bellas Artes en Las Palmas, como en la Cátedra de Dibujo y Color de las Escuelas de Artes Plásticas y Diseño, en Gran Canaria y “Pancho Lasso” de Lanzarote. Participa como ponente en diferentes jornadas y congresos de Escuelas de Artes Plásticas y Diseño. Asimismo, ha impartido cursos y corregido textos en el apartado de contenidos canarios en el Área de Plástica, destinados al profesorado de Educación Infantil, Primaria y Secundaria.
En la actividad artístico-plástica, ha participado en más de 65 exposiciones, entre individuales y colectivas, distribuidas, no sólo por Canarias y España sino también en Europa, Sudamérica o EE.UU.
En el apartado de obra gráfica cabría destacar la realización del libro ilustrado Tesoros de la isla, sobre arquitectura, fauna y flora insular, bajo el encargo y patrocinio del Cabildo de Lanzarote. Otros textos ilustrados son El Guincho que volvió a El Puerto, Ocho Cuentos de Galdós, El cuarto de los Cuentos, Curandería y Cancionero de Lanzarote y El postigo de Tías, entre otros.