LA PESCA EN LANZAROTE

“Si otra nación industriosa perdiese el miedo a acercarse a las playas y cayos de África, entonces llorarán las Canarias la voluntaria negligencia e ignorancia en que ha permanecido”. Así de contundente expresó el navegante escocés George Glas en el siglo XVIII su visión sobre el modelo de desarrollo seguido por el sector de la pesca en Lanzarote y el resto de Canarias. 

La tradición pesquera en Lanzarote es tan antigua como la conquista de la isla, y durante estos siglos han sido muchas las correrías que han acaecido en la isla y en sus cercanas aguas africanas, así como elevado el nivel de contingencia que han sufrido los pescadores mientras faenaban para traer el pan a sus hogares. No era cometido fácil ese de perder el miedo a acercarse a las playas y cayos de África. Durante el siglo pasado fueron muchos los maridos, hermanos o hijos de conejeras y conejeros que se embarcaron durante seis meses del año para faenar en costas africanas, y además de soportar las duras condiciones del mar sin mucho alimento que llevarse a la boca, tenían que padecer situaciones tan peligrosas como la tristemente sufrida por los pescadores del pesquero Cruz del Mar.
El apresamiento del pesquero a manos de unos asaltantes marroquíes acabó con siete marineros lanzaroteños. Hoy todavía lo pueden contar tres miembros de aquella flota que sobrevivieron al incidente en 1978, precisamente dos años después de la descolonización del Sáhara español.
La negligencia o ignorancia que arguyó el navegante escocés George Glas en sus escritos seguramente no han sido los únicos motivos para llorar en este asunto. Si el sector pesquero en Lanzarote ha pasado muchos años en la cuerda floja ha sido por la incertidumbre generada por los constantes acuerdos y desacuerdos entre España, Marruecos y Mauritania, el coste excesivo de las licencias, así como por restricciones de caladeros y del montante a pescar y otros conflictos propios de la incompatibilidad de intereses entre el estado español y el gobierno marroquí.

Arrecife viene del mar y vive del mar
Antes de que estallase el último conflicto pesquero y conservero, que llevó a la huelga general y a la parálisis del sector, la capital de Lanzarote concentraba las primeras sociedades pesqueras de Canarias, llegando a albergar el 90% de la flota sardinal española. A principios de los años 80, el negocio de la pesca suponía el 70% de la economía insular.
En su día se realizó un gran esfuerzo inversor, trayendo modernos navíos para sustituir a los barcos antiguos que se encargaban de las dos campañas tradicionales. Por un lado, la zafra de pesca grande, que duraba de enero a julio, y para la que se utilizaban liñas y redes finas. De esta campaña se obtenía más que nada corvina, pargo o cherne de aguas de Mauritania, que luego se exportaban a Guinea y el Congo. Por otro lado, la zafra de pesca chica que duraba de julio a diciembre, y en la que se empleaban redes para coger sardinas y cefalópodos en el Banco Pesquero Canario–Sahariano.
Las pesquerías en la costa de África nunca fueron fáciles pero dieron sus frutos para abastecer a la isla y para generar incluso una de las mayores industrias conserveras de Canarias. En los años 60 se sustituyó el salazón y el pescado seco por las conservas, y se llegaron a montar hasta cinco fábricas conserveras en Lanzarote: Lloret y Linares, Afersa (luego Garavilla), Conservera Canarias, Hijos de Ángel Ojeda y Rocar, y más tarde el tren de congelación de pescado y fábrica de hielo Frigorsa y Atunera Canaria.
La relevancia que adquirió Arrecife como puerto pesquero y el incremento de la pesca de la sardina, creó un mercado de exportación hacia la cuenca ribereña africana, pero la rica “fiebre del mar” pronto se tornó tan ambiciosa que empezaron a surgir los conflictos por la jurisdicción de las aguas y por el exagerado incremento de la flota canaria.
Mientras en la Península la flota de pesqueros crecía un tímido 2,55%, en Canarias lo hacía un 28,62%. Todos se apuntaron a lanzar sus aparejos a las fértiles aguas canarias–africanas. Hasta 1983, fecha en el que el vecino marroquí desplegó su aniquilador talante negociador, con el que pedía sobrados cánones, exageradas contribuciones, reducción de nuestra flota y un largo etcétera.
La gestión del conflicto nunca benefició a todas las partes. Y en lo que a nuestra parte se refiere, la suma de múltiples factores derivó en la reconversión de la actividad pesquera y el trasvase de capital hacia otro sector. Bienvenido Mr. Turismo.

Texto: Laura Ruiz
Fotografías: 
Proyecto Memoria Digital de Lanzarote. 
Se pueden consultar documentos, fotografías y estadísticas en:
www.memoriadelanzarote.com