LA CATÁSTROFE DEL GOLFO
LA CATÁSTROFE INVISIBLE DEL GOLFO DE MÉXICO
El 20 de Abril del 2010, la plataforma petrolífera Deepwater horizon, valorada en casi 600 millones de dólares, volaba por los aires produciendo once muertes y el mayor vertido de crudo de la historia.
EL DESASTRE
Todo empezó un 27 de Agosto de 1859 cuando Edwin Drake perforó con éxito el primer yacimiento de petróleo en Titusville, Pennsylvania. Drake halló el oro negro a 21 metros de profundidad y extraía 20 barriles diarios. Lo más curioso es que el petróleo, en aquella época, tenía un factor conservacionista muy importante, ya que de él se extraía el queroseno, que sustituiría al aceite de ballena con que se alimentaban las lámparas de la época. En aquellos tiempos no existían los motores de explosión, el plástico, los fertilizantes ni otros productos derivados del petróleo que se consumen a lo largo y ancho del planeta.
Hoy en día, en el golfo de México hay 4.200 plataformas petrolíferas en funcionamiento, aunque en total existen más de 20.000, el resto, aunque estén abandonadas, siguen vertiendo pequeñas cantidades de petróleo al mar de manera constante.
Durante décadas, debido a los desorbitados costes de extracción del crudo, las plataformas se encontraban en aguas someras cercanas a la costa, pero la merma de estos yacimientos, la subida del precio del petróleo y el hallazgo de espectaculares yacimientos en aguas profundas, iniciaron la carrera de la extracción de petróleo en aguas abisales.
Los nuevos yacimientos como “Atlantis”, “Great white”, “Thunder horse”, “Buckskin” o “Macondo”, fueron como un maná caído el cielo, o en este caso, salido de las entrañas de la tierra para suplir la producción de los pozos someros, casi agotados, cercanos a la costa. Los estudios realizados calculan reservas de 45.000.000 de barriles en el Golfo de México
Por debajo de los 300 metros, las aguas del Golfo, son una de las zonas más complicadas para la extracción de petróleo del planeta. La plataforma continental da paso a caídas a pico de más de 1.000 metros de profundidad, donde el fondo es muy irregular y está repleto de fallas y dorsales submarinas.
La temperatura a estas profundidades roza los 0º C, sin embargo las zonas de emanaciones cercanas a los yacimientos, superan en ocasiones los 200º C. Esto, unido a la gran presión que soportan los pozos y a la acumulación de gases, hacen de las cabeceras de los yacimientos, auténticas bombas en potencia, de hecho, las emisiones naturales arrojan más de 2.000 barriles de petróleo al día.
A día de hoy, el Golfo de México proporciona el 30 % de la producción petrolífera de los EEUU, casi la mitad procede de aguas profundas (de 300 a 1.500 metros), una tercera parte de aguas abisales (por encima de 1.500 metros) y el resto de aguas superficiales (menos de 300 metros).
Una de estas plataformas, la “Deepwater Horizon” operaba en el pozo “Macondo”, una gran bolsa de petróleo y gas situada a 60 millas de la costa y con su cabecera a 1.500 metros de profundidad marina, aunque penetraba casi 4.000 metros en el subsuelo. El yacimiento no era de los más profundos, ya que existen pozos operando a más de 3.000 metros de profundidad y que penetran más de 10.000 metros en la corteza terrestre.
Nada hacia sospechar la catástrofe que se avecinaba, incluso la agencia federal estadounidense que regula las perforaciones marinas (la MMS), había asegurado que apenas había un 1% de probabilidades de que se produjera una explosión, y que si ésta sucedía, el impacto iba a ser mínimo.
La realidad fue bastante distinta, el pozo, tras la explosión, escupía 5.000 barriles de crudo (unos 800.000 litros) diarios de una manera incontrolada.
La empresa BP tardó 12 semanas en sellar el pozo. Todas las medidas de seguridad fallaron, incluso había algunas que ni siquiera estaban instaladas. Las cifras hablan de un total de 5.000.000 de barriles (1 barril equivale a 42 galones USA, aproximadamente 159 litros), el equivalente a 13 “Prestiges”.
British Petroleum (la octava compañía más grande del mundo y la tercera petrolera más importante según la revista Forbes) estuvo rápida a la hora de limpiar las aguas del golfo y, sobretodo, su imagen; logró los permisos pertinentes del gobierno de los EEUU para fumigar la superficie del mar con aviones DC–3 y lanzar a la cabecera del pozo cientos de miles de litros de dispersantes. Con esto, lo único que se conseguía era maquillar el vertido, sin embargo, aún era más catastrófico, ya que si el petróleo sale a la superficie, el 40 % se evapora y el resto se puede recoger con diferentes métodos. Al dispersar el hidrocarburo por la columna de agua, la mancha era invisible, aunque se extendía por las aguas de uno de los lugares de mayor biodiversidad del planeta.
Las aguas del golfo de México, son junto con el mar mediterráneo, el único lugar del planeta donde desova el atún rojo, una especie ya amenazada por la sobreexplotación pesquera. A día de hoy, desconocemos cómo afectará el vertido a las larvas de atún que transitan estas aguas.
Así mismo, tampoco sabemos los efectos del vertido a largo plazo. Antecedentes como el del vertido “Ixtoc I” que se produjo en el año 1979, revelan que después de 30 años, aún se pueden recoger pequeñas galletas de chapapote en las lagunas y marismas donde los vientos y corrientes apenas renuevan las aguas. Los pescadores locales tardaron casi 20 años en volver a realizar las mismas capturas que efectuaban antes del vertido.
LA EXPEDICIÓN
No es sencillo organizar una expedición de este calibre, más aún cuando todo el equipo “habitual” de Oceana Europa está en plena campaña por el Mar Mediterráneo, realizando estudios y documentando numerosas zonas del litoral español;
sin embargo, la directiva de Oceana consideró que se debía de estar presente en el lugar para realizar estudios independientes y analizar el impacto del vertido a largo plazo. La primera labor que tuvo que realizar Xavier Pastor, líder de la expedición, fue la de fletar un barco para esta campaña, ya que el catamarán “Oceana Ranger”, la plataforma de trabajo habitual de las operaciones de Oceana en Europa, se encontraba trabajando en el mediterráneo y era inviable cruzar el Océano Atlántico con él, para realizar a tiempo la campaña del Golfo de México.
Encontrar, en tan poco tiempo, un barco que se adecúe a todas las labores que se realizan a bordo (inmersiones de buceadores, robots submarinos, mediciones de hidrocarburos, CTD’s, marcaje de tiburones...) y con capacidad para todo el equipo de investigadores, buceadores, cámaras y tripulación no fue tarea fácil.
Finalmente, se optó por fletar el “Latitude”, un barco de 52 metros de eslora con autonomía y capacidad suficientes para poder desarrollar todos los trabajos que estaban previstos, idóneo para navegar tanto en aguas someras como profundas, y adaptado para servir como plataforma para buceo y robots submarinos.
El “Oceana Latitude” zarpó del puerto de Fort Lauderdale, en Florida, el 11 de Agosto, por delante le esperaban dos meses de expedición y más de 4.000 millas marinas (la misma distancia que hay entre Miami y Paris) navegando por aguas del golfo de México.
Durante la primera fase de la expedición se documentaron los fondos de los Cayos de Florida, así como diferentes islas que actúan como barrera natural de las costas de Alabama y Louisiana. Los buceadores y el ROV de aguas someras se sumergieron en diferentes puntos en los arrecifes de coral, donde pudieron documentar diferentes hábitats marinos. También se intentaron marcar tiburones ballena cerca del desastre de la plataforma “Deepwater horizon”, estos animales juegan un papel fundamental en la cadena trófica, pero al ser una especie filtradora su futuro puede ser muy preocupante en estas aguas contaminadas por el vertido de petróleo.
Varios famosos como Ted Danson, Morgan Freeman o la modelo española Almudena Fernández colaboraron con Oceana prestando su imagen y realizando ruedas de prensa a bordo del “Latitude” con la intención de sensibilizar a la opinión pública sobre el vertido de la BP y sus consecuencias.
Carlos Suárez y el que escribe estas líneas (Gorka Leclercq), embarcamos el 25 de Agosto en el puerto de Gulfport, (Mississippi). Fueron más de 26 horas de vuelo para realizar el trayecto (Lanzarote – Madrid – Atlanta – Gulfport), incluyendo un recibimiento “a lo grande” por parte de los agentes de aduanas en el aeropuerto de Atlanta y en el que me retuvieron tres horas dentro de la sala “VIP” del aeropuerto, para luego dejarme entrar al país sin más explicaciones (todo muy americano).
Con el tiempo justo para montar los equipos, el primer trabajo que nos tocó documentar, fue en “Ship island”, un pequeño islote barrera de los muchos que hay en las costas del golfo de México y que actúan como defensa natural de marismas, manglares y estuarios de la zona.
A pesar de que habían trascurrido 5 meses desde la explosión, aún se podían ver patrullas de limpieza en las playas y barcos limpiando la zona. Pudimos observar varias zonas de la playa cerradas y galletas de brea mezcladas con la arena. Los operarios nos comentaron que aún recogían entre 500 y 700 kilos de chapapote a diario en la isla.
En ese momento me di cuenta de que la catástrofe del golfo de México era distinta a las demás, el petróleo no estaba en la costa como en otras tragedias como el “Prestige” o el “Exxon Valdez”. El escape se produjo en el lecho marino a 1.500 metros de profundidad, y tras el primer gran vertido que salió a la superficie, había otro, invisible, pero más letal si cabe, que se estaba propagando por las aguas del golfo, sin que la opinión pública se diera cuenta de ello, y para eso estábamos allí, para tratar de documentar y analizar los efectos del vertido a largo plazo.
El “Latitude” zarpó el 26 de Agosto del puerto de Gulfport para realizar uno de los estudios más importantes de la campaña: la medición de hidrocarburos en la columna de agua cercana a la zona del vertido.
El equipo de científicos de Oceana, liderado por el Dr. JEFFREY (uno de los científicos encargados de la limpieza del Exxon Valdez), preparó un dispositivo de sensores que se liberarían en tres zonas en un radio de 90 km alrededor de la plataforma “Deepwater horizon”,y a profundidades de hasta 1.800 metros.
A pesar de estar navegando a casi 150 millas de tierra firme, la sensación, sobre todo por la noche, era la de estar navegando junto a la costa, debido a la gran cantidad de “pequeñas ciudades” que parecían formar las luces de las plataformas.
Tras más de una semana de trabajo en unas condiciones de tiempo y mar muy adversas, con tormentas, rachas de viento de fuerza 7 y olas de más de tres metros, se recogieron los sensores de las 16 estaciones, para enviarlos a un laboratorio especializado y ver el resultado de las mediciones.
Tras este estudio, la campaña, se distribuyó en tres ejes fundamentales: documentación con robot submarino, toma de muestras, fotografías y video de los buceadores y marcaje de tiburones.
Durante toda la campaña, las condiciones de viento y mar nos perjudicaron a la hora de trabajar (estábamos en plena temporada de huracanes) aún así se realizaron inmersiones ROV en ecosistemas tan importantes como los “Alpes de Alabama”, unas montañas submarinas de gran biodiversidad y que se vieron afectadas por el vertido de la BP.
Los buceadores documentaron reservas marinas, plataformas petrolíferas, pecios convertidos en arrecifes artificiales, donde filmaron y fotografiaron corales, tiburones, manatíes, meros tropicales y muchas más especies.
Se realizó también el programa de marcado de tiburones con los científicos del Acuario Nacional y de la Universidad de Miami, aunque la tormenta tropical “Nicole” no nos dejara trabajar todos los días que teníamos previstos.
Tras más de dos intensos meses de trabajo y echando la vista atrás desde el avión que nos devolvía a España, mi cabeza trataba de recordar y ordenar todas las experiencias vividas en la campaña. A 10.000 pies por debajo, tenía las aguas del golfo, un mar de una enorme biodiversidad, que seguía estando amenazado por el apetito voraz de petróleo que tiene nuestra sociedad.
La catástrofe de la BP en el golfo de México había costado miles de millones de dólares, y no es sino otro toque de atención, para que de una vez por todas dejemos de lado los hidrocarburos y optemos por las energías alternativas.
Texto: Gorka Leclercq trabaja como cámara submarino desde hace más de 15 años, instructor de buceo y buzo profesional, es uno de los componentes de las expediciones de Oceana en los últimos años. Ha filmado en numerosos mares y océanos del planeta. Vasco de nacimiento y Lanzaroteño de adopción, reside en la isla conejera desde hace doce años donde dirige la productora de imagen submarina Alfa Rec grabaciones submarinas.
Fotografías: Carlos Suárez es buceador desde su infancia y fotógrafo submarino de vocación. Nacido en 1969 en Lanzarote, se ha dedicado a reflejar la vida submarina mediante artículos y fotografías y ha sido galardonado con numerosos premios en diferentes certámenes. Sus fotografías se han visto publicadas en medios tan prestigiosos como National Geographic.
Más información:
www.oceana.org
www.alfarec.net
www.theoceanlife.com