PIRATAS EN CANARIAS

Sopla un viento suave del noreste. El sol de mayo ha calentado durante todo el día las piedras y el mar está en calma. Anochece lentamente mientras un barco se acerca silencioso a la costa de Lanzarote; Viene del sureste. Al caer la noche no se distingue su figura, y mucho menos que no lleva izada bandera alguna. La noche cerrada y sin luna no permite a los vigías advertir el peligro. Nadie los ve llegar. Sólo se oye un grito cuando ya es demasiado tarde… ¡Piratas! 

 
La historia de Canarias está marcada por la presión de la piratería. Antes del siglo XV, cuando el archipiélago pasa a formar parte de España, las islas sufrían frecuentemente las visitas de los piratas que secuestraban a los aborígenes de las islas para venderlos como esclavos. 
Después de la conquista de las islas por el imperio español, éstas se vieron más atacadas aún, pues circulaban por ellas parte de los tesoros de dicho imperio. El gran descubrimiento de Colón fue otro aliciente para que estos ladrones del mar atacaran el archipiélago, que era el último puerto europeo antes de cruzar el océano. Pese a que Canarias era muy visitada por los barcos españoles que partían o regresaban de América, su lejanía de la península la hacía a estas islas muy vulnerables.
Además, las Afortunadas estuvieron involucradas en los conflictos bélicos del comienzo de la Edad Moderna, cuando España, Portugal, Francia, Holanda e Inglaterra competían por el territorio americano.
A raíz de estas guerras surge la patente de corso, que se trata de una licencia concedida por algún país a los piratas que luchen bajo su bandera, aunque realmente se resuma en ejercer la piratería contra los enemigos de dicha nación.
Aquí debemos detenernos un momento para diferenciar los cuatro tipos de ladrones de mar que existieron:
 
Piratas: eran quienes se dedicaban generalmente al abordaje de barcos en alta mar.
 
Corsarios: eran los piratas que poseían una patente de corso y por lo tanto sólo debían atacar a los enemigos del país que les había concedido la patente. 
 
Bucaneros: eran los piratas que en los siglos XVII y XVIII saqueaban los tesoros españoles cuando se hallaban en ultramar.
 
Filibusteros: se denominaba así a los piratas que, en el siglo XVII, infestaban el mar de las Antillas buscando la emancipación de las provincias ultramarinas de España.
También en esta época, los navíos negreros volvieron a interesarse por Canarias. Las islas eran un refugio seguro entre África y América cuando se transportaban esclavos africanos hacia el nuevo mundo para utilizarlos como mano de obra. Durante siglos Argel se convirtió en el principal mercado de esclavos del mundo, pasando por él gran parte de la población canaria de la época.
Además de raptar personas para venderlas como esclavos, los piratas berberiscos (procedentes principalmente del norte de África) secuestraban a otras y las devolvían a sus familiares si estos pagaban la suma de dinero impuesta.
Para comprender el poder que tenían los piratas y el peligro que suponían para las poblaciones, es necesario conocerlos mejor.
¿Cómo viajaban?
Los barcos de los piratas debían ser veloces, ir bien armados y tener poca quilla, para poder acercarse mucho a la costa. Algunos de los diversos barcos que utilizaban, según la época y la procedencia eran:
 
Bergantín: era un velero de gran tamaño ideal para los viajes largos. Tenía capacidad para cien hombres y una docena de cañones. Era muy usado por los piratas.
Fragata: era un navío de gran tamaño típico de las aguas del Caribe, tenía tres mástiles y dos castillos, uno en la proa y otro en la popa. Doblaba en capacidad al velero bergantín, pero era poco usado por los piratas.
Bribarca: era un tipo de velero pequeño y rápido, más ancho de lo normal. Se parecía mucho al bergantín, pero era más adecuado para navegar entre islas.
Junco: era el barco más utilizado por los piratas asiáticos. Los juncos que habían sido creados expresamente para la piratería eran rápidos, tenían dos mástiles y podían albergar hasta quince cañones.
Balandro: era un velero muy apreciado por los piratas y corsarios, eran ligeros y rápidos. Tenían dos o tres mástiles y la carga podía llegar a los setenta y cinco hombres y catorce cañones.
Pinaza: era una nave de madera de pino muy utilizada por los piratas del Caribe. Ser pequeña, maniobrable y veloz, la hacía idónea para huir en caso de necesidad.
Goleta: era una nave de origen americano, ligera y rápida. Muy popular en la costa atlántica y en el Caribe. Guardaba cierta similitud con el balandro, y aunque poseía la mitad de cañones, podía transportar hasta cien toneladas.
Carabela: era un tipo de barco utilizado por los mercaderes, muy ancho y con poco armamento, aunque rápido y capaz de soportar grandes cargas.
Cangrejero: eran los barcos más asaltados por los piratas, pese a que eran grandes y transportaban a muchos hombres y cañones, al encontrarse entre los barcos más lentos, eran un blanco fácil.
¿Qué armas utilizaban?
Los piratas siempre estaban fuertemente armados y se quedaban con las armas que conseguían en sus asaltos. Sus armas eran las habituales de la época, aunque preferían las que pudieran utilizar con más facilidad y eficacia en los abordajes. Por ello se decantaban por las armas blancas, pues las de fuego tenían muy poca precisión y se tardaba mucho en recargarlas. Además estas ocasionaban graves daños en los futuros bienes de los piratas, por lo que a veces sólo utilizaban los cañones para asegurar que el barco atacado no pudiese huir, y lo abordaban. Las armas más utilizadas por los piratas eran:
Alfanje: era un arma principalmente corta, aunque podían tener diversos tamaños. Era ancha, curva y de un solo filo. Era muy utilizada en los abordajes.
Daga: a medio camino entre el puñal y la espada, tenía doble filo y protección en la empuñadura.
Hacha: se utilizaba menos en el combate y más en la inmovilización del barco atacado, normalmente rompiéndole las velas para evitar que huyese.
Alabarda: era un arma larga de unos dos metros con una punta de lanza. Tenía un hacha en uno de los lados y un gancho en el otro.
Espolón: era una lanza larga con la punta en forma de hoja.
Chuzo: era una lanza más pequeña que las anteriores, tenía un hierro redondo en la punta y solía utilizarse para los abordajes.
Arcabuz: fue el antecesor del mosquete, y podía llegar a atravesar una armadura. Pese a lo largo que era tenía un alcance corto, de unos cincuenta metros, y muy poca precisión.
Mosquete: era más largo que el arcabuz, pero también tenía mayor precisión y el doble de alcance. Además, pesaba menos que el anterior.
Pistola: era mucho más pequeña que las anteriores pero de escasa precisión. Además en ambientes marinos solían fallar con frecuencia al humedecerse la pólvora.
 
¿Cómo atacaban?
Los piratas preferían atacar a barcos en alta mar que a las poblaciones. Esto se debía a que con los veloces barcos que tenían podían dar caza a los buques de carga y, si algo salía mal, les resultaba más fácil huir.
Cuando fijaban un objetivo se acercaban a él sin izar ninguna bandera o llevando una falsa que no levantara sospechas. Al acercarse lo suficiente enarbolaban la bandera pirata para atemorizarlos y, muchas veces, conseguir que se rindieran.
Actualmente la bandera pirata más generalizada es la Jolly Roger, una calavera y un par de tibias cruzadas sobre un fondo negro. Pero las banderas piratas no eran todas iguales, cada capitán tenía la suya propia, aunque todas compartían algunos rasgos en común:
Huesos, calaveras y esqueletos como una clara referencia a la muerte. En algunas como la del pirata Bart Robers, las dos calaveras que aparecían bajo los pies del marino hacían referencia a asesinatos que buscaba cometer, en este caso los de los gobernadores de Martinica y Barbados.
Armas. Desde lanzas y puñales hasta pistolas y espadas. Todas las armas que aparecían en las banderas eran un recordatorio para los demás de que los piratas eran feroces, crueles y sanguinarios. 
Reloj de arena. Era la forma de avisar al enemigo de que se le acababa el tiempo, de que el fin de su vida llegaría rápidamente.
Hombre armado o diablo. Solía ser una representación del capitán del navío, presentándolo como alguien despiadado o como el mismísimo diablo, alguien a quien temer.
Corazones. Simbolizaban la vida de la tripulación del barco atacado, que estaba a disposición de los piratas si los capturaban, ya fuera para matarlos en el acto o hacer con ellos lo que quisieran.
Rojo y negro. Eran los colores de las banderas piratas. El color negro evocaba la muerte y el rojo la sangre. Estas últimas banderas eran las más temidas por los marineros, pues significaba que los piratas no dejarían supervivientes.
Una vez alcanzado el objetivo, si estos no se rendían, los cañones piratas inmovilizaban al barco atacado para que no huyera. Era común que lanzaran bastante metralla sobre la cubierta para despejarla y que mantuvieran vigilados al timonel y al capitán, para que no pudieran dirigir el barco de ningún modo. Una vez logrado eso, lo abordaban, se encargaban de los supervivientes y saqueaban el navío.
Y en Canarias…
Los ataques a los pueblos de las costas isleñas para conseguir tesoros españoles, víveres o esclavos, obligaron a militarizar las islas y a asentar las poblaciones en zonas no visibles desde la costa.
Con el tiempo la defensa del archipiélago mejoró, lo que supuso un descenso importante en la piratería de la zona. Además el fracasado ataque de Horacio Nelson, a finales del siglo XVIII, a la capital de Tenerife desanimó a muchos otros a seguir sus pasos. A partir de esta época comenzó la decadencia de la piratería en Canarias.
De las defensas que se irguieron en las islas quedan hoy algunas muestras. Por ejemplo está el Castillo de Santa Bárbara, situado en el volcán de Guanapay (en la Villa de Teguise, Lanzarote), que fue alzado a partir de un antiguo torreón del siglo XIV. En el siglo XV Agustín de Herrera y Rojas lo convirtió en un refugio inexpugnable frente a los ataques piratas. Y su actual aspecto data de finales del siglo XVI, tras las mejoras llevadas a cabo por Gaspar de Salcedo y, años después, por Leonardo Torriano. Durante el siglo XIX estuvo completamente abandonado y a finales del XX se convirtió en un museo dedicado a la emigración canaria hacia América. En ella se exponían cartas, pasaportes, mañas, barcos, documentos, enseres y recuerdos de isleños anónimos que se vieron obligados a emigrar en años de escasez.
En el 2011 se abrió una nueva etapa del castillo al crearse un museo dedicado a la historia de la piratería en las islas Canarias. El que en sus días sirvió de atalaya, refugio para la población y mazmorra de reclusos, al ser Lanzarote una de las islas más amenazadas a lo largo de los siglos por la piratería, es ahora un museo dividido en dos partes: una dedicada a la piratería en Teguise y otra a la piratería en toda Canarias. El museo permanece abierto todos los días en horario de 10:00 a 16:00. 
 
Marta López García