Barrios Orquestados
El violinista José Brito nació en el barrio de Las Torres. Su padre era director de coros amateur y daba clase en barrios de la periferia de Las Palmas como Schamann o Escaleritas, muy parecidos al suyo.
Cantando con un montón de niñas y de niños más. Así se dio cuenta de que la música era capaz de conseguir una igualdad real. “Cuando cantábamos, éramos uno solo”, dice Brito, cuya experiencia infantil influyó muchísimo en lo que hoy es un enorme interés por acompasar lo artístico con lo social.
Esta inclinación filantrópica maduró y eclosionó en un proyecto llamado Barrios Orquestados, que está en las antípodas del paternalismo. Desde el año 2012 se dedica a crear orquestas de cuerda frotada en barrios periféricos de Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife y Arrecife, gracias a la energía de unos pocos alumnos de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y de su propia hija, también violinista. Con el tiempo se ha ido sumando un gran número de profesionales que ha hecho posible el excelente equipo de trabajo que a día de hoy conforma Barrios Orquestados.
Tocar el violín, la viola, el chelo y el contrabajo es lo de menos. Y al mismo tiempo es lo más. El fin último del proyecto es desarrollar las capacidades artísticas de todos los niños y los adolescentes que viven en sitios donde la cultura “llega aletargada o simplemente no llega”. Barrios como Argana Alta o Altavista, que se encuentran siempre en la orilla de las oportunidades. Sin espacios culturales vivos. Sin actividades. Con infraestructuras públicas escasas y maltratadas.
Barrios Orquestados pone en marcha la sensibilidad artística y creativa de los chavales. De todos. No necesitan demostrar una formación musical previa, ni tener capacidad económica para comprarse un instrumento o pagar a un profesor. Aquí el dinero no importa. Esto es una alternativa al aburrimiento y a sus consecuentes desvaríos. Es una enseñanza que, además de la interpretación musical, inculca respeto a las funciones que tiene cada individuo dentro de un colectivo y demuestra lo necesario que resulta para la convivencia tener actitudes democráticas, concretas y cotidianas.
Lo hacen enseñando a tocar la banda sonora de Star Wars o el gran hit del jazz, Take Five, con instrumentos de cuerda, elegidos también por dos razones muy lógicas: “Son el 60% de una orquesta sinfónica” y son también la especialidad de los Brito y el resto de sus compañeros. Al principio se toparon con algunas opiniones pesimistas. ¿Cómo va tocar mi hijo una cosa tan académica y tan difícil? La música clásica conserva su sambenito elitista a pesar de Ara Malikian, de Brito y de muchos otros. “Los niños, que no tienen prejuicios, contradijeron el patrón de pensamiento de los adultos”, explica satisfecho el músico canario. Con un contrabajo se interpreta a Mozart pero también un blues.
Este año, el equipo está compuesto por 26 profesionales y 3 voluntarios. Del proyecto se benefician 575 personas y en la metodología de las clases está la clave de su éxito.
En tres meses, un concierto y nuevos amigos
Su llegada al colegio nunca pasa desapercibida. “No les reunimos a todos en el salón de actos, hacemos presentaciones clase por clase”, explican. Eso significa ver un lunes en tu aula a ocho adultos con unos instrumentos muy brillantes, que tras unas breves palabras se ponen a tocar una melodía que da ganas de conquistar el mundo.
Les dejan un folleto informativo y a los que están interesados en participar les citan para una entrevista a la siguiente semana. Sin burocracia. El niño debe estar acompañado de un tutor que esté dispuesto a acompañarle en la aventura, participando en una clase de sensibilidad musical. Es obligatoria porque necesitan involucrar a los adultos en este proceso comunitario. También se hace una pequeña prueba de audición y ritmo, pero lo que prevalece es “la situación del niño y el interés de la familia”.
En quince días los niños están dando su primera clase. Se les adjudica un instrumento en función de sus gustos y de las necesidades de la orquesta que están formando. “Hay algo muy importante y es que desde el primer día tienen una vivencia musical. Vale, no pueden coger el arco, ni vamos a estar un mes hablándoles de la técnica de sujeción, pero pueden pellizcar las cuerdas y tocar un pizzicato”, dice Brito que viaja por la carretera alternativa a la tradición académica convencional.
El comienzo de un nuevo barrio siempre se produce en el mes de abril. A los tres meses, en junio, la orquesta da su primer concierto. Experimentan un reconocimiento muy emocionante y, lo que es más importante, la orquesta ya no es sólo una orquesta: es una comunidad que lleva tres meses creciendo junta, construyéndose. A raíz de compartir este proyecto musical, el barrio está más unido. “En Arinaga algunos padres de los chavales vivían en la misma calle y no se conocían. Ahora se llaman para verse”, dice Brito. Algunas de esas familias llevan años con todos sus miembros desempleados y se ven obligados a recoger las bolsas de alimentos que reparte Cruz Roja a las personas sin recursos económicos. Lo curioso es que el sistema no se avergüenza de este fallo sistémico. Son las personas las que lo hacen. Este sentimiento a veces genera aislamiento. Barrios Orquestados ha conseguido romperlo y demostrar que, de verdad, la música tiene el poder de “conectar”, “transformar” y “empoderar”.
Los niños se lo toman tan en serio que mandan callar a sus propios padres. Los padres valoran que este proyecto comunitario les permita compartir tiempo de calidad con la familia y sus vecinos. Los que tienen nociones musicales agradecen esta divertida iniciación temprana a la música que incluso ayuda a que los chinijos sean más metódicos estudiando y mucho más capaces de convivir.
De Tamaraceite al mundo
Canarias sufre desde hace décadas uno de los mayores grados de desigualdad de España. Barrios Orquestados tiene claro que para cambiar esta situación “se necesita el compromiso de toda la comunidad”.
El proyecto tiene un sistema de financiación mixto: consiguen pagar instrumentos, personal, transporte y demás gastos con fondos propios, dinero de empresas privadas y desde su cuarto año de existencia, también con la colaboración de instituciones públicas. Son muy cuidadosos con esto: nunca han buscado el apadrinamiento de la Administración porque son conscientes de la tendencia que tiene a instrumentalizar los proyectos que apoya. Ahora que parte de su presupuesto proviene del ente público, publican sus cuentas desglosadas en el apartado de transparencia de su web, mucho más completo que el de muchos ayuntamientos.
A día de hoy Barrios Orquestados tiene el apoyo de 40 patrocinadores y, por el trabajo social que desarrolla a través del arte, colecciona sin pretenderlo premios y distinciones otorgados, entre otros, por Cabildos y por la Casa Real.
La idea original nació en 2005 en la mente de un José Brito que padecía el come come de “tengo que hacer algo, tengo que hacer algo, tengo que hacer algo para mejorar las cosas”.
Su idea era hacer un proyecto durante tres meses, “más que nada para cubrir nuestras necesidades, para devolver algo —se sincera— para sanar la conciencia.”
El proyecto piloto empezó en 2011 en el barrio de Tamaraceite (Las Palmas). Los culpables: la Asociación Cultural Orquesta Clásica Béla Bartók en colaboración con el Aula Alfredo Kraus, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. El resultado: entusiasmo total. Chavales poniendo todo su ser para la continuidad de las clases y colegios de otros barrios llamando para preguntar si podían participar.
Así fue como Barrios Orquestados se convirtió en una necesidad indispensable por la que moverse cada día. Una nota. Un sonido. Un grupo de amigos. Un aprendizaje que trasciende de las corcheas.
Así, niños que no habían salido nunca de su barrio, otros que nunca habían cogido un barco o un avión para ir a otra isla de su archipiélago, empezaron a participar en algunos de los eventos a los que les empezaron a invitar: al Auditorio Alfredo Kraus en Las Palmas de Gran Canaria, al Centro Teresa Berganza de Madrid o, el próximo mes de noviembre, a Suiza.
Las redes sociales y el boca a boca han hecho que el nombre del proyecto, y lo que significa para la calidad de vida de una comunidad, haya corrido como la pólvora por las autopistas virales de las redes sociales. Así han aumentado el número de colegios canarios donde trabajar y acaban de llegar de Honduras, de crear una nueva orquesta en colaboración con una oenegé que ofrece educación y asistencia sanitaria a los habitantes de Nueva Capital, una colonia (barrio) de Tegucigalpa, que vive hacinada y en condiciones de extrema pobreza.
Una trabajadora social de Barrios Orquestados se planteó la utilidad del proyecto en un lugar sin red de alcantarillado, con unas necesidades básicas totales y una violencia brutal y cotidiana ejercida por las maras. “¿Qué pintamos aquí?” “Igual estorbamos”.
Resulta que no. Que en el barrio hondureño recibieron el proyecto con ilusión y que las caras de los chinijos de allá se transformaron igual que las de acá.
La preocupación es ahora garantizar la continuidad del proyecto en la Escuela Virgen de Suyapa, que gracias a conciertos benéficos, ha conseguido 150 instrumentos para los niños y formar a un equipo de profesores y ayudantes adolescentes para que continúen con él.
Barrios Orquestados apuesta por una formación musical planteada como medicina social, que mejora la esfera social y afectiva de sus participantes. Van más allá en el análisis de la situación en su presentación de Facebook, citando a la filósofa y politóloga Wendy Brown: “Cuando sólo hay Homo Economicus, cuando lo político está supeditado a lo económico, los fundamentos de la ciudadanía en relación con la esfera pública y el bien común se desvanecen”
La lucha para que acabe la desigualdad en nuestros barrios será colectiva o no será.
Mariajo Tabar