Irme lejos
El horizonte es mi destino y hacia él necesito avanzar. Traspasar ingrávido y transparente la materia. El movimiento como anhelo. Mis dedos que no alcanzan. No llegan siquiera a tocarlo. Belleza sospechada al otro lado de la oscuridad. Inmóvil en mi cárcel de mil noches sin sueños, el deseo está por reventar mi piel en pedazos para poder salir. Como el agua. Como la luz. Despedida en todas las direcciones posibles. El desplazamiento como un mantra que percute rítmico en mi mente.
Traspaso mi piel de acero. Mi piel de roca. Mi piel de corteza de árbol, seca, agreste. Mi piel de niño. Fluyo libre en un entorno paralizado. Serpenteando entre enormes menhires con rostro, sobrevuelo prados y colinas. Camino en enormes playas salvajes, cruzo la delgada línea que marca la espuma y me adentro en la inmensidad del océano. Cabalgo por infinitas planicies áridas. Devorando territorios inverosímiles siento que avanzo. Pero a mi paso, el polvo asentado del camino no se inmuta. El agua no me moja. El aire no me toca. El horizonte no se acerca. El tiempo no transcurre. El deseo construye sueños con textura. Pesadillas con sonrisa. La quietud me retiene encadenado con grilletes a la pared de mi confort y mis miedos.
Mi presencia no genera sombra. Debió aprovechar la noche para huir de mí. Ella también. Querría transitar libre y elegir, antes del amanecer, a una nueva proyección tridimensional más luminosa. Quién fuera sombra… Y quién fuera pensamiento y quién deseo. O hasta pesadilla, con tal de tener piel.
El horizonte me llama a gritos y yo quiero salir de la nada cotidiana a la que estoy anclado. Necesito ir al lugar más lejano posible. Al opuesto al que me encuentro. Yo quiero ir allí. Estar allí. Pero el allí se burla de los osados. Se mostrará como bella sirena mientras nadas hacia ella para volver al rostro nublado del aquí en cuanto la hayas alcanzado. Te condenará al camino eterno. A quedarte en medio. A volverte habitante del tránsito. Siempre partes. Nunca llegas.
El maleficio solo se romperá cuando descubras que el horizonte no es un punto estable. Tu cuerpo se desplaza y tu interior se mueve. Se abre. Mira. Descubre. Y algo cambia en ti. El allí y el mañana te seducen con sus cuerpos bellos y sus sonrisas irresistibles para que vayas, pero descubres la belleza al romper la quietud. A ambos lados del camino mientras avanzas. Y en el desplazamiento te encontrarás con tu libertad, con tu alegría y hasta con tu sombra. En mi próxima vida quiero ser Ulises.
Ilustración: Ulises (Obra de Carlos Parra)