… Y EL AGUA

Rosa Elena Brito

… y el agua. 


Una vez, en algún tiempo, tuve la suerte de escuchar esta conversación:

–¿Dices, que fuiste color, entonces?, ¿y antes?, ¿a qué te dedicabas?, ¿a ser persona y consolarte con la rutina? ¿durante cuánto tiempo dejaste abandonada tu alma?, ¿con qué la alimentabas a ella si ignorabas su existencia?. Ya veo, te conformabas con que habitara en ti esa paz engañosa pero cómoda que encubre con la ocupación las inquietudes inherentes al ser humano, anulando el sentido de su existencia. La rutina es el placebo de las masas. Pobre especie la humana… 
–No… espera, tampoco es así, tengo un cuerpo material por el cual responder, no puedo andar siempre navegando por la isla de los sueños…
–Les he observado desde siempre… a lo largo de la evolución y temía que este momento llegara. ¿No te das cuenta?, la vida terrenal ha alienado tu verdadero yo, ha desterrado de tu cuerpo el sentido real de tu existencia desde hace tanto tiempo que ya hasta ignoras la posibilidad de tenerlo, ¿para qué quieres así un cuerpo?. Éste debe servirte de nexo entre las posibilidades que te brinda tu mente en lo irracional e inaprensible, y entre la vida terrenal, para que ambas formas convivan y se beneficien la una de la otra. Tu cuerpo es la puerta que tienen lo extraterrenal y el mundo físico para poder comunicarse. Si tú te quedas en uno de ellos, éste se empobrecerá y el otro morirá en el olvido. Sólo conviviendo podrán ambos evolucionar en ti y tú alcanzar tu satisfacción desarrollando todos tus potenciales.
–No sé… no es tan sencillo… la vida terrenal es la que más duele y se sufre, están los miedos, las decepciones…
–¿Tú has visto alguna vez sufrir a un árbol?, ¿o a un ave quedarse en tierra pudiendo volar?, son ustedes, los humanos tan imperfectos pero maravillosos a la vez… ellos, el árbol y el ave tienen muy claro lo que su esencia les pide. No dudan, como lo hacen ustedes, en desarrollar todas sus potencias porque la naturaleza no les ha dado esa opción. Así, no cabe la posibilidad de que sufran por ello. Un árbol crece hasta que el propio desarrollo de otro elemento se lo impida. Es árbol en todo su ser y no se espera otra cosa de él y por eso es grandioso. Pero el árbol, no puede elegir entre realizarse como árbol o pez. Sin embargo, a ti, la naturaleza te ha dotado de la posibilidad de elegir, de inspeccionar en tu interior y ver qué eres realmente. Esto es algo que el árbol no puede hacer. Se te ha concedido la posibilidad de hacer uso de la razón. El problema es que si ignoras esta opción, y a tu alrededor sólo hay peces, querrás ser pez aunque dentro de ti se encuentre un árbol… entonces, vivirás con tus ramas inundadas toda la vida… y quizá nunca madures ningún fruto… sufrirás.
–Ya. ¿Sabes?, a veces, mi mente se aleja sin permiso como un niño que se zafa de la mano de su madre cuando está distraída para coger, tocar y probar todo lo que está a su alcance; en otras ocasiones, la suelto de mi mano conscientemente, la dejo marchar, que explore; y a veces, aunque la empuje, no se mueve. Se instala en una parcela de mi cabeza y practica y juega con el eco que retumba una y otra vez… incansable.
–Entiendo, ese niño del que hablas es tu yo explorador, escúchalo y no dejes que desaparezca, trae vida a tu cuerpo y se llama ilusión. Te orientará en lo que eres. Ese eco molesto, se llama frustración y es el resultado de no haber dejado entrar la ilusión en mucho tiempo. Cultiva ilusión y bondad, y aparecerá ante ti tu verdadero yo.
–Ya, pero… ¿y tú?, ¿de dónde sales?, parece que conoces todos los secretos de la vida… ¿quién eres?, ¿quién crees ser?.
–Soy tu reflejo, soy el agua. He nacido infinitas veces y he visto a la vida nacer en mí. He adquirido infinitas formas y nunca me he detenido. Soy más vieja que la vida pero regalo juventud. Soy inerte pero fluyo incansable, destruyo y construyo, circulo dentro de ti.

Me dejo llevar, dentro de lo que mi condición me consiente y mi ser, es. 
Como agua.