Nº 53

Fernando Barbarin

Curioseando en internet, tecleo mi apellido con cierto morbo... Barbarin es poco común, se trata de un apellido vasco que traducido al castellano significa “salmonete”. Para mi sorpresa, encuentro a un tal Philippe Barbarin, un cardenal aspirante a sumo pontífice que ha sido condenado por ocultar abusos de menores en su archidiócesis.
Jamás he tenido contacto alguno con la religión y desconozco la verdadera historia de Jesucristo, pero siempre pensé que pudiera tratarse de un tipo muy brillante y genuino, un predicador revolucionario y bondadoso, un líder con tanto carisma como esquizofrenia. Lo que tengo claro es que a lo largo de los siglos fueron otros los que inflaron el currículum escribiendo su biografía. Así que cojo un papel y añado:

Capítulo III, versículo I. Libro de los salmos netes.
De cómo Jesús sacrificó a las ovejas descarriadas.

Tú, que con blanquecinas y pálidas manos borraste el esperma vertido sobre la mirada del inocente.
Tú, que ocultabas entre la sotana una bestia despiadada presta a saciar en secreto su apetito.
Tú, que en el laberinto de la sacristía, bajo tu voluminoso vientre, mancillabas un rostro imberbe.
Tú, que rasgabas la piel inmaculada de las almas puras, para adentrarte en un obsceno paraíso.
Tú, pastor que protegías el rebaño clavando las garras en sus corderos.
Tú, que ante la genuflexión del zagal, negabas misericordia a quienes no te amaban pero te temían.
Tú, que abrigabas al más débil para desnudarlo sobre tus rodillas reclamando su carne muda.
Tú, pecador, que susurrabas con aliento satánico, a un oído tembloroso y virgen.
Tú, que crees más en la muerte que en la bondad del dios que perdona.
Tú, que entre las tinieblas del incienso te agazapabas aullando de lujuria.
Tú, que tras el cáliz ocultabas las fauces, mientras bebías de mi sangre.
Tú, que tendiéndolos en el suelo, crucificabas torsos desnudos, consumando una comunión silenciosa.

Tú, que sois vosotros, tantos y tantos hijos míos que con lascivia pecaminosa embestíais con vuestras atrofiadas dagas a los más vulnerables, inocentes y débiles...
Vosotros, tormentas de buitres negros, hallaréis en el purgatorio las puertas selladas de vuestros labios.

Vosotros, que nunca confesasteis... ¡arrepentíos hijos de Satanás!

Que los hombres ya no crean en mí, porque son los hombres quienes en mi nombre pecan.

Amén.

Fernando Barbarin