Nº 18
Una dulce anciana preguntaba a su arrugado marido: “cariño, ¿recuerdas cuando te preguntaba te acuerdas, y nos acordábamos?”.
No sé si estoy en el principio, ecuador o final de mi vida, pero lo cierto es que empiezo a ser consciente de que olvido, y eso me preocupa, reconozco que mi temor no es tanto por olvidar sino por el día que no pueda recordar.
Siento como con el paso de los años, el tiempo comienza a erosionar mi memoria limando detalles, anécdotas y experiencias, no por abundantes sino por lejanas. Me preocupa desprenderme de olores y canciones, me duele perder caras y cromos, me fastidia que se esfumen odios y perdones, me aterra que se desvanezcan vivos y muertos, me entristece perder miradas y lágrimas, me jode no acordarme de lo que que me acordaba. La memoria nos sirve para no meter los dedos en los enchufes y para no regresar nunca a un mal restaurante, pero en ocasiones una buena memoria es el recurso perfecto para poder perdonar y por consiguiente olvidar.
Admiro a todos aquellos que perdonan y olvidan porque en ellos radica la inteligencia; maldigo a todos los que se aprovechan de los que olvidan y perdonan, porque ellos representan la mezquindad; me lamento por todos los que, como yo, no perdonamos y si en algún momento olvidamos es por un desgaste neuronal; y desconfío de los que perdonan sin olvidar y olvidan sin perdonar.
No puedo perdonar a quienes perdonan todo, no puedo olvidar a quienes se olvidan de los que verdaderamente perdonan.
El día que perdone y olvide a todos los tiranos intelectuales, déspotas uniformados y estranguladores de sueños, enterraré mi cerebro en la arena.
En recuerdo a todos los olvidados. - See more at: http://www.fernandobarbarin.com/miscosicas/memoria/#sthash.EsdvG1d4.dpuf