De buena casa, buena brasa
¿Dónde reconocer lo que me rodea y poner una primera piedra que dé sentido a mi mundo, a mi existencia? ¿Dónde habitar, entonces? En Alquiler vacacional Martín y Sicilia terminan viviendo en los coches tras ser desalojados de sus casas por imperativos capitalistas, y como náufragos desheredados, levantan una casa que ya no tiene paredes, y se las ven y se las desean para acomodar las estancias entre los asientos y el maletero, pues entre arenas movedizas, podemos vivir de alquiler en una casa prestada o, por qué no, pasar nuestras vacaciones dentro de un cuadro de ilusión con bellos trampantojos salidos del último catálogo de «la república independiente de mi casa».
Un conjunto de imágenes figurativas, a fin de cuentas, que viene a actualizar el catálogo de historias nada autobiográficas de Martín y Sicilia y llenas de señuelo conceptual. Sigue dominando una teatralidad con un regusto por el suspense que sumerge a sus personajes en las consecuencias de la pérdida de sentido del mundo contemporáneo. Después de barrer el bosque, han pintado de nuevo el cuadro en blanco: quedamos todos invitados a reescribir la Historia.