EL PRINCIPITO Y LA ESTRELLA
"Cuando muera quiero ser una estrella. Sólo las personas que aman de verdad son como estrellas, y su luz sigue brillando sobre nosotros después de que se hayan ido. Enséñame a vivir para que sea una estrella" –dijo el Principito.
¿Qué tienen las estrellas?, pensé un día. ¿Qué son las estrellas? ¿Por qué siempre han de ser las estrellas?
Lucen en un cielo que nosotros creemos oscuro. Algunas nacen de día, la mayoría de noche, pero nuestros insignificantes ojos sólo son capaces de verlas cuando, agotados del largo día, comienza a oscurecer. No por ello mueren todas al despuntar el día, claro; la mayoría reaparece cada noche cuando lo ordena la luna. Pero siempre me sugieren que despierto no sé dónde.
Camino solo y sin un rumbo que explique mi presencia aquí, ni siquiera un dónde voy. Miro al cielo y veo una estrella roja. Pero este cielo es extraño, parece tener una piel de reflejos y olas. Ahora lo veo claro, este cielo no es un cielo, es el mar. Me pregunto entonces si esta estrella ha caído al mar. Pero, ¿por qué no es dorada?...
– ¿Por qué no me regalas un cielo? –escucho en alguna parte.
La estrella no se mueve. ¿Y si acaso es un reflejo del cielo en lugar de haberse caído? El cielo es un espejo para el mar. El mar es del color del cielo, seguía yo con mis elucubraciones.
– No, no soy ejemplar robado al cielo –vuelvo a escuchar. No le pertenezco. Por eso quiero un cielo. ¡Quiero que me regales un cielo!
La estrella, roja en la mayor parte de su cuerpo, habla mientras permanece sumergida en este mar que tan grande veo desde la orilla.
Miro al cielo y busco al Principito, pues estoy seguro de que algo de todo esto tiene que ver con él.
En el cielo su planeta permanece vacío, con sus dos volcanes activos, el otro volcán dormido y la rosa coqueteando con toda la galaxia.
– ¡Ayúdame, por favor! ¡Quiero un cielo! –sigue reclamándome la estrella.
– No sabes lo que estás pidiendo. No creo que debas salir del mar para ocupar un mínimo espacio en el inmenso cielo –intento explicarle. Allí tan sólo serás una más de tantas que hay ya. Por el contrario llenas este mar de color, eres toda una atracción y aquí consigues ser reina de tantos y tantos seres que te rodean. Aquí eres tú.
Ella calla.
– Creo que el que debe pedirte un favor soy yo –se me ocurre decir. ¿Me dejas ser tu Principito?