CUANDO DIJERON QUE ME ACERCARA AL MAR

No soy de grandes soles dibujados en días despejados; no me tienen ni me tientan. No me provocan miradas al alto las nubes de cualquier tamaño, ni esas pequeñas cosas que a diario me pueden. ¡Soy tan débil! Pero el mar siempre me tiene. El mar fue mi conquista hace ya algún tiempo y ahora me tiene —y lo tengo—, y me sujeta de la mano y lo contemplo aunque la luz se empecine en ser mínima y yo me invente la mayoría de las olas. Me tiene su fondo, enorme, callado y discreto, que vence con sus díscolas rugosidades y mezclas de colores —a veces imposibles—, que envuelven de cualquier manera la visión del que consigue entrar por primera vez y se enamora.
Tocarlo —verbo hermoso— como si tocaras por primera vez una piel y sintieras cómo se satura el vello, salar tu vida y no sentir sed. Hablar de él como cuando hablas a un amigo y te escucha, hablar para causar envidia, contarlo, pintarlo, e incluso inventarte una música para acompañar el sonido de cuando quiere romper en la orilla.
Animales que nunca imaginaste que existían y que solamente te presentaron alguna vez en los Documentales de la 2. Sueños, quizás. Peces que recorren largos metros sin delinear trayectorias en el agua y que nacieron huecos de sonido para no dañar ese fondo de miles de especies.
Sus enormes dimensiones me frenan, me trastornan y me sumen en el silencio. Silencio que, unido al cielo, dos en uno, invitan a descomponer mi monotonía a su lado. La inmensidad me detiene y, allí sentado, silencio mi vida hasta que la noche logre —si acaso pudiera— romper la unión.
La noche se alarga y continúo con mis pies mojados.
Impasible, cerca de sentir, aunque sea como muerto, quiero que mi cuerpo sea agua y que mi agua sea parte del mar y que el mar sea yo.
Deambulan húmedas mis piernas por la arena para penetrar en esa invitación al agua y una vez dentro, se puede creer que no llegué a nacer de todo. No muerto ni vivo, sino existiendo, no entiendo mi cuerpo si no es dentro del agua. Y si soy pez que lo digan, que me ahogue de pena en tierra y que me dejen nadar entre la línea que divide el mar con el cielo.

 

FOTO: FRANCIS PÉREZ www.uwatercolors.com
TEXTO: MARIO M. RELAÑO pensamientosmario.blogspot.com