PROSPECCIONES Y CETÁCEOS

En el archipiélago canario se ha comprobado la presencia de treinta especies de cetáceos pertenecientes a siete familias, lo que supone el 34,88% de las ochenta y seis especies descritas en el planeta. Esto hace de las Islas Canarias una de las regiones con mayor diversidad de cetáceos del Atlántico Norte, especialmente de especies oceánicas raras. 

En el archipiélago canario se ha comprobado la presencia de treinta especies de cetáceos pertenecientes a siete familias, lo que supone el 34,88% de las ochenta y seis especies descritas en el planeta. Esto hace de las Islas Canarias una de las regiones con mayor diversidad de cetáceos del Atlántico Norte, especialmente de especies oceánicas raras.
 
La Sociedad para el Estudio de los Cetáceos en el Archipiélago Canario (SECAC) es una ONG científica fundada en 1993 cuyos fines son promover la realización de proyectos de investigación, la conservación y la divulgación de los cetáceos en las Islas Canarias. Desde 1999 lleva realizando un censo de cetáceos en la costa oriental de las islas de Lanzarote y Fuerteventura con el objetivo de conocer sus poblaciones en este sector de mar. Los resultados obtenidos indican que estas aguas son un punto de extraordinaria diversidad de cetáceos, con veintiocho especies registradas hasta la fecha, lo que las convierte en un hábitat singular y con un indudable interés biológico.
Entre otros, constituye un hábitat favorable para los cetáceos ictiófagos, que se alimentan cerca de la superficie (como el delfín moteado atlántico o el delfín común), y para los cetáceos teutófagos y de buceo profundo (como los zifios, el cachalote, el cachalote pigmeo, el cachalote enano, el calderón gris y el calderón tropical). Algunas especies, como el cachalote (que figura como vulnerable en el Catálogo Nacional de Especies Amenazada), reside en esta área durante todo el año. Este sector de mar es también importante para la alimentación y la reproducción del rorcual tropical. Además, el pasillo formado entre las islas y la costa africana representa un importante corredor en el Atlántico nororiental para los movimientos migratorios de especies como el rorcual común, el rorcual norteño y la yubarta. 
Además de la importancia ecológica, educativa y científica, los cetáceos poseen un interés económico indudable en las islas, debido al desarrollo del turismo dedicado a la observación de ballenas y delfines. Esta modalidad turística, que en Canarias está regulada por el Decreto 178/2000, atrajo en el año 2008 a un millón de visitantes y produjo unos ingresos directos de 19.8 millones de euros.
El océano, un mundo de sonidos
Las condiciones físicas del mar, cuyo medio es 800 veces más denso que el aire, son muy diferentes a las que imperan en el medio terrestre, determinando de forma decisiva el modo en que los seres marinos se relacionan con el ambiente. En los océanos, la visibilidad se limita a unos pocos metros debido a que la luz se propaga más lentamente, se refracta experimentando cambios de dirección, y es disipada por infinidad de partículas y pequeños organismos en suspensión. En cambio, la propagación del sonido es hasta cinco veces mayor que en el aire.
Los cetáceos se comunican con diferentes tipos de sonidos. Así, los delfines emiten silbidos que emplean en diferentes contextos sociales, y en algunas especies, como en el delfín mular, son específicos de cada individuo, por lo que son determinantes en el reconocimiento individual. Las orcas y los calderones emiten vocalizaciones que poseen características únicas del conjunto de individuos que integran la manada. Por su parte, los cachalotes emiten una serie de pulsos a intervalos regulares conocidos como “codas”, cuya función es probablemente social y que varía entre grupos y geográficamente. Los misticetos emiten sonidos de baja frecuencia en un contexto social. Así, detrás de los célebres cantos de las yubartas que solo son ejecutados por los machos durante la época reproductora, parece encontrarse la de anunciarse a las hembras receptivas e indicar su presencia a otros posibles machos rivales en la zona. Los cetáceos con dientes emiten 
 
 
principalmente sonidos de alta frecuencia y han refinado el uso del sonido, convirtiéndolo en su principal sentido de la orientación y percepción espacial mediante el desarrollo de un complejo sistema de ecolocalización o biosonar.
El uso del sonido es pues esencial en los cetáceos para funciones tan básicas como la orientación, la localización de presas, la evitación de predadores, la comunicación y la integración social. Sin embargo, el desarrollo de actividades humanas en el medio marino genera ruidos susceptibles de afectar a los organismos, contribuyendo a la degradación del hábitat de estas especies. En el caso de la prospección, la cata o la explotación de hidrocarburos se produce una considerable contaminación acústica que afecta a los cetáceos y a su hábitat. En la fase de prospección, por ejemplo, se realizan censos sísmicos, consistentes en un estudio del lecho marino mediante la propagación del sonido a través del mismo. Para ello se utiliza un sistema de cañones o pistolas de aire comprimido que emiten señales acústicas muy intensas (hasta 259 dB). Las mayores intensidades se utilizan en aguas profundas, como en el caso de las Islas Canarias. 
Tras las prospecciones, y en caso de la localización de depósitos o bolsas de hidrocarburos, se realiza una perforación o sondeo, actividad que también genera contaminación acústica, además de otros impactos derivados del uso de lodos de extracción y vertidos 
de crudo.
 
Afecciones a los cetáceos por la contaminación acústica
La contaminación acústica puede llegar a suponer una fuente de molestia significativa para los cetáceos, infiriendo en muchas de sus funciones cotidianas y provocando cambios de comportamiento en la alimentación, la comunicación o la orientación. Son varios los estudios que han demostrado que el sonido de los motores de las embarcaciones puede enmascarar las señales acústicas de los cetáceos, interfiriendo en su comunicación. Además, el uso del biosonar les podría impedir localizar presas y predadores, y evitar la colisión con embarcaciones. A su vez, el nivel de estrés de los animales podría tener efectos crónicos con consecuencias en la inmunodepresión y reducción de la viabilidad reproductiva. 
Entre los efectos ecológicos están la reducción de la población, la pérdida de calidad del hábitat y la reducción en la disponibilidad de presas. El efecto más drástico de la contaminación acústica es la muerte de zifios producida por una respuesta a la misma en el comportamiento de inmersión. Se han descrito 136 varamientos en masa de zifios en el mundo entre 1874 y 2004. El 92.6% de los casos se han registrado después de la implementación del sónar activo de alta intensidad y frecuencias medias o MFAS. 
Los varamientos en masa atípicos han propiciado un incremento del interés acerca del impacto del sonido de origen antrópico en 
 
estas especies. El problema de la contaminación acústica ha crecido rápidamente, y en la actualidad, una de las prioridades de los programas de conservación de varias agencias es conocer cómo afectan los sonidos antrópicos tanto a los mamíferos marinos como al resto de los organismos del mar. Existe una creciente preocupación internacional sobre el impacto de las prospecciones en los cetáceos, motivo por el cual varios países poseen códigos legislativos que regulan este tipo de actividades y obliga a las compañías a poner en práctica protocolos de reducción de impacto. 
En ocasiones, la intensidad del sonido en el medio marino no se reduce con la distancia de la fuente de emisión. Algunos factores propician que la señal acústica se propague grandes distancias sin que apenas se pierda energía. De hecho, varias especies de rorcuales utilizan estos “canales sonoros” para facilitar que sus señales acústicas de baja frecuencia se propaguen cientos de kilómetros a través de los océanos. En un estudio realizado en el Golfo de Méjico con cachalotes, los investigadores comprobaron que los animales que se encontraban a 2 y 12 kilómetros de distancia respectivamente de la fuente sonora recibían la misma intensidad de sonido. El punto crítico es conocer a partir de qué distancia se puede afectar a los cetáceos, existiendo un considerable debate científico a este respecto.
Por otro lado, los métodos de mitigación de contaminación acústica pueden ser poco efectivos o inútiles con este grupo de mamíferos marinos. Toda prospección debería incluir un estudio previo de impacto ambiental, especificando los límites temporales y espaciales de las emisiones y poniendo en práctica el seguimiento de códigos de conducta, así como una planificación correcta. Durante las prospecciones se deberían embarcar a observadores independientes y con experiencia y, antes de comenzar con las emisiones, sería convente detectar la posible presencia de cetáceos en el área mediante la observación visual y sistemas acústicos. Si no se detecta presencia de cetáceos, sería conveniente comenzar las emisiones en rampa, incrementando gradualmente la energía acústica con el fin de dar un tiempo a los animales para abandonar el área, debiéndose mantener las intensidades controladas y usar las potencias acústicas mínimas viables.
Varias organizaciones internacionales tienen en cuenta el impacto del sonido antrópico en los cetáceos en sus estrategias de conservación. En el marco europeo, la Directiva marco sobre la Estrategia Marina (Directiva 2008/56/CE), y la Directiva relativa a la conservación de los hábitats naturales y de la fauna y flora silvestres (Directiva 92/43/CEE, piedra angular de la conservación de la naturaleza de la Unión Europea), también contemplan la contaminación acústica y su efecto en las poblaciones de cetáceos. En relación a la legislación nacional, la Ley 41/2010 de Protección del Medio Marino, y la Ley 42/2007 del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad, contemplan la contaminación acústica. El Real Decreto 1727/2007, por el que se establecen medidas de protección de los cetáceos, menciona que deberá evitarse la realización de cualquier conducta que pueda causar muerte, daño, molestia o inquietud a los cetáceos, incluyendo la emisión de sonidos bajo el agua. 
Diversas agencias y administraciones han realizado un esfuerzo por conocer e investigar estas especies y el impacto del sonido antrópico en sus poblaciones. En España, este esfuerzo se ha materializado en el Convenio de colaboración entre el Ministerio de Defensa, el Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino y la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación Territorial del Gobierno de Canarias para la conservación e investigación de las poblaciones de cetáceos para evitar los varamientos accidentales de zifios en las aguas de Lanzarote y Fuerteventura (BOE N.º 304 de 20 de diciembre de 2007). 
Sin duda, la mejor medida de conservación es aplicar el principio de precaución y evitar realizar actividades potencialmente peligrosas para estas especies y su hábitat en zonas conocidas de concentración de cetáceos, como en el oriente de las islas de Lanzarote y Fuerteventura.
 
Vidal Martín
Presidente y Director científico de la Sociedad para el Estudio de los Cetáceos en el Archipiélago Canario (SECAC)