Francis Pérez. Una cámara con agallas

Francis Pérez. Comenzó su carrera fotográfica capturando el lecho marino canario y hoy es uno de los fotógrafos submarinos con mayor proyección internacional. Un tinerfeño entusiasta y amante del buceo, testigo presencial de la diversidad que atesoran nuestros océanos. 

A lo largo de su dilatada trayectoria, ha sido galardonado en numerosos concursos internacionales de fotografía. Recientemente fue premiado en el presigioso WORLD PRESS PHOTO 2017 dentro del apartado de naturaleza. Su trabajo se ha podido ver en revistas como National Geographic y libros como Blue Hope, de Sylvia Earle.

Toda una vida seducido por el mar, ¿existen las sirenas? (sonríe)
Yo quiero pensar que sí; y el que diga lo contrario, que lo demuestre. Si el mar fuese una naranja podemos decir que solo conocemos la cáscara. Sabemos más del universo que de nuestros océanos; por lo tanto, quiero pensar que sí existen.

¿Qué te impulsó a empuñar una cámara bajo el agua?
Pues después de unos años buceando y acompañando a amigos que ya tenían cámara, empecé a sentir la necesidad de mostrar lo que estaba viendo en mis inmersiones, quería enseñarlo a mi familia y amigos. Así fue que me lancé y me compré una cámara analógica y la metí directamente en una carcasa submarina.

¿A qué dificultades técnicas se enfrenta un fotógrafo submarino?
Pues la principal es que el agua y la electricidad están peleadas desde siempre, así que por ahora hay que meter nuestras cámaras en cajas estancas; eso lo primero. Lo segundo es que debajo del agua todo cambia, estamos disparando a través de un cristal y no solo estamos fotografiando animales o paisajes submarinos, estamos fotografiando agua y ésta cambia; a veces está turbia, a veces clara, a veces muy azul y a veces verde, tiene textura y varía según la luz. Otra cosa fundamental es que a medida que bajamos vamos perdiendo los colores cálidos, rojos y naranjas, y va permaneciendo el azul. Entonces tenemos que utilizar luz artificial y otras técnicas para devolver a la escena los colores “reales”.

¿Qué quieres transmitir a través de tu trabajo?
Mi pasión por el océano, su belleza, su fragilidad, sus colores, su misterio, su azul, sus habitantes, sus paisajes…, su deterioro.


A través de tus fotografías nos sumerges en un espacio de serenidad y armonía, ¿cuándo sabes que estás frente a la fotografía deseada?
Muchas de las fotografías deseadas hay que buscarlas, pero siíreconozco que algunas han sido por estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado y con un poquito de suerte. Cuando miro por el visor, disparo y veo en la pantalla de la cámara lo que está saliendo; entonces empieza el cosquilleo en el estómago y sigo disparando fotos todo lo que puedo, buscando la foto deseada. Luego miro si está enfocada, si la foto es correcta técnicamente y si es así, vuelves al muelle con la sonrisa en la cara.

¿Como describirías tu mundo submarino?
Durante mucho tiempo lo definí como decía Cousteau, “El mundo del silencio”; pero ya en los últimos años me he dado cuenta de que de silencioso no tiene nada, que uno de los grandes problemas que hay actualmente es la contaminación acústica y que está provocando problemas de comunicación entre los cetáceos.

¿Cuál es la fotografía que has perseguido y todavía no has logrado?
Pues tengo unas cuantas en la “wishlist”. Una de ellas son la iguanas de las Islas Galápagos; nunca he empleado tanto tiempo y esfuerzo en conseguir una foto y aún hoy no he podido conseguirla. Me refiero a una iguana comiendo bajo el agua; he estado en el agua hasta cuatro horas sin salir esperando a que entren a comer, y nada. En el 2015 estuve a punto de ir a Fernandina, la isla con más iguanas de todo Galápagos y saliendo de la Isla de Darwin se averió uno de los dos motores del barco y tuvimos que cambiar de ruta. Así que tendré que volver.

Has recorrido el mundo cámara en mano, ¿cuál es la experiencia que más te ha marcado?
Pues ha sido aquí en Canarias, y fue cuando me puse delante de un rorcual de unos 14 metros en plena acción. Lo fotografié en una embestida a una bola de chicharros, me lancé al agua y me puse delante de la bola mientras la engullía, a unos pocos metros de él.

Con tu permiso, queremos conocer aspectos personales, ¿cuál es la especie marina con la que más te identificas?
Quizás con los rorcuales, son las ballenas que más he fotografiado. Pero mi unicornio y con el que tengo una espinita clavada son los cachalotes, para mí es la ballena de las ballenas. Los quiero fotografiar en Canarias, pero por ahora se resisten.

Muchos desconocen que Canarias es uno de los lugares del mundo con mayor variedad de cetáceos, ¿están los responsables políticos capacitados para la gestión y protección de este tesoro marino?
Los responsables y gestores sí son conscientes y están capacitados; son biólogos, gente de ciencias del mar… que sabe lo que hace. El problema no son los políticos, ni los gestores, creo que es fácil siempre echarle la culpa a ellos. Pienso que es todo un poco, la gente en general no sabe que aquí hay cetáceos, cuando ven mis fotos de los rorcuales piensan que son de otro lugar. Hay una legislación en torno a los cetáceos que la gente desconoce; no hay información, no hay educación, hay también mucho pirata y sobre todo, hay falta de medios para hacer cumplir dichas normas. Lo que sí es cierto, por ejemplo, es que las ballenas piloto del suroeste de Tenerife tienen la hormona del estrés, el cortisol, muy alta en comparación a ballenas de otros lugares. Y está claro que la previón de avistamientos legales e ilegales afecta en este sentido. Hay un negocio muy potente y muy beneficioso en torno a las ballenas que si sigue así tendrá consecuencias. Este último año creo que se medidas y la cosa va a cambiar, vamos a ver.

Parece que el cambio climático es ya una realidad, ¿has podido constatar estos cambios?
Respecto al cambio climático sí lo empiezo a ver en nuestras islas. El verano pasado, en el suroeste de Tenerife, el agua alcanzó los 26 grados, y eso no es normal; nunca lo había visto en los años que llevo en el mar. Otra cosa que me sorprendió fue cuando en el viaje que hice a Chile, a Patagonia, me fui a bucear al glaciar Santa Inés y vi como entre el frente actual del glaciar y el frente más antiguo, la morrena, había casi media hora de navegación en zódiac. El cambo climático es una realidad y no somos conscientes hasta que lo vivimos de cerca.

La vida surgió y evolucionó en el mar. Si no cuidamos el mar, ¿terminaremos con la vida?
Si, es una frase que parece un tópico, pero es la pura realidad. Silvia Earle dice siempre “ No blue, no green”. Nuestro planeta, en su “superficie” es un 70% de agua; un planeta sin los océanos sería un planeta sin vida. Cada vez que se extingue una especie marina estamos matando un poco más el océano. Falta protección en todas partes. De nosotros depende cambiar esta tendencia.

¿Tu próximo proyecto?
Tengo un viaje ya programado y cerrado para fotografiar cachalotes a las Islas Mauricio,en abril del 2019, y antes intentaré volver a Chile; quiero volver a Chañaral de Aceituno, a la Reserva Marina Pingüino de Humboldt, a fotografiar ballenas, como no; en marzo más o menos. Y si todo sale bien, a final de año, de nuevo a Patagonia. El resto aquí, en casa, y en el agua todo lo que pueda. Con muchas ganas, vamos a ver como empieza el año.