Bajo el Risco

Ignacio Romero

En Lanzarote existe un rincón de rincones, "Bajorrisco", un espacio enclavado en un territorio natural y cultural aislado y conmovedor. El topónimo nos traslada al pie del acantilado de Famara (nuestro Risco), la gran pared natural de la isla, un corte de geología expuesta y que resguarda a la mayoría de las especies de animales y plantas endémicas de Lanzarote. Es parte del Parque Natural del Archipiélago Chinijo. Para llegar a la base del acantilado hemos de bajar caminando por la zigzagueante y vertical "vereda de los gracioseros" o "camino viejo"; rememorando, paso a paso,el trasiego de las mujeres de la octava isla que subían y bajaban cargadas con productos de la tierra y del mar. La historia de La Graciosa está directamente relacionada con "Bajorrisco", lugar de embarque y desembarque de personas para cruzar El Río; subida rumbo "al pueblo"(Haría) o espera en la tegala familiar para ser recogidas. Se situaban en un determinado sitio y al ser vistas desde La Graciosa, sabían exactamente quienes eran y quién tenía que ir a buscarlas. "Bajorrisco" además era lugar de aguadas, las fuentes proporcionaban el agua dulce necesaria para los habitantes de la zona o para los barcos que pasaban o fondeaban por aquí. La más importante es la de Gusa, situada en el extremo noreste de este territorio, donde se acaba el llano. En la actualidad podemos observar bebiendo en la fuente diversas especies de animales, quizás la fortuna nos permita ver al halcón de Eleonora en primavera o verano. Tiempo en el que está nidificando en Chinijo tras cruzar África. En este lugar también observamos unas salinas, las de El Río, las más antiguas de Canarias, los historiadores atribuyen su construcción a la etapa de Sancho de Herrera (s. XV y XVI) concretamente sobre el año 1520. El suelo de barro de un antiguo saladar sirvió de base para los cocederos y las pocetas donde cristaliza la sal. El agua es captada por el salto del mar sobre unos canales llamados tomaderos que conducen el agua a las salinas. Llevan décadas abandonadas, pero sirven de paso y refugio de aves. Algunas buscan alimentarse de los diminutos invertebrados que habitan en este espacio de extrema salinidad, como por ejemplo la Artemia salina. Este crustáceo junto a determinadas bacterias y al alga Dunaliella salina generan una coloración rosa que impacta. La contigua playa de arena blanca y agua color turquesa nos agasaja para un refrescante baño antes de emprender la subida.