RECURSOS DE TODOS Y PARA TODOS

Rut Hernández Toledo

Los ecosistemas litorales se caracterizan por su extrema fragilidad pero si se tratan de ecosistemas litorales insulares este delicado equilibrio se vuelve más sensible por la reducción de la superficie y el aislamiento de sistemas continentales que puedan atenuar las incidencias sufridas. Si además se tiene en cuenta el hecho de que los sistemas insulares favorecen la aparición de endemismos, es decir, la aparición de especies que al permanecer por un largo espacio de tiempo aisladas, terminan por evolucionar hacia formas únicas que no se logran encontrar en ninguna otra parte del mundo, se podrá entender las tremendas repercusiones que pueden tener determinadas acciones sobre la costa y sus ecosistemas. 

    

     Los ecosistemas litorales se caracterizan por su extrema fragilidad pero  si se tratan de ecosistemas litorales insulares este delicado equilibrio se vuelve más sensible por la reducción de la superficie y el aislamiento de sistemas continentales que puedan atenuar las incidencias sufridas. Si además se tiene en cuenta el hecho de que los sistemas insulares favorecen la aparición de endemismos, es decir, la aparición de especies que al permanecer por un largo espacio de tiempo aisladas, terminan por evolucionar hacia formas únicas que no se logran encontrar en ninguna otra parte del mundo, se podrá entender las tremendas repercusiones que pueden tener determinadas acciones sobre la costa y sus ecosistemas.

 

     En las últimas décadas se ha producido una importante migración de las poblaciones de forma masiva hacia la costa, ubicando en ella: industrias, zonas de ocio, áreas portuarias y zonas residenciales. Con ello se han ido abandonando las zonas de medianías, ahora en franca recuperación y por contra, los ecosistemas costeros, se han visto tremendamente afectados y llevados en muchas ocasiones a situaciones dramáticas, que han provocado la práctica extinción de algunas especies por la tremenda presión que están sufriendo. Los recursos pesqueros litorales no sólo se encuentran afectados por este tipo de acciones sino que hay que tomar en cuenta también la presión directa a la que se ven sometidos en las Islas Canarias, recrudecida en los últimos años por diversas razones, entre las que cabe destacar: la pérdida del caladero Sahariano, la mayor demanda de pescado por parte de la población autóctona y turística, la mejor capacitación de los barcos en cuanto a tecnología se refiere,la proliferación de la pesca deportiva,  etc

 

     El litoral y sus recursos, en consecuencia, se han ido transformando bajo la mano del hombre y de las obras de ingeniería de las que han surgido: puertos comerciales, puertos deportivos, playas artificiales, centros comerciales, parques acuáticos y miles de kilómetros de hormigón para zonas residenciales que con mayor o menor acierto en cuanto al diseño y a la capacidad de integrarse en el paisaje, no deja de ser un hecho que están ahí, presionando sobre el sustrato en el que se ubican, sobre los ecosistemas terrestres costeros y litorales que les rodean, sobre el paisaje, sobre la atmósfera...En definitiva sobre los recursos que son finitos, y son patrimonio de todos los ciudadanos, no sólo de los que afectan con sus actividades al territorio, recursos que les pertenecen a las generaciones presentes y futuras. Sin embargo, dado el carácter privado de la inmensa mayoría de estas estructuras, son sólo unos pocos los que disfrutan de obras que han supuesto el deterioro en muchos casos y la aniquilación o una grave afectación de los recursos propiedad de todos, en otros. El hecho de que esto sea así y esté siendo admitido por la permisividad política y social forma parte de un debate no resuelto y lo que es peor, en algunas ocasiones ni siquiera abierto.

 

     Hasta qué punto el espigón de un muelle, una playa artificial, una central eléctrica, una planta desaladadora, un parque temático, un centro comercial ubicado cerca o en la misma franja costera incide sobre los ecosistemas de la zona es algo que no llegamos a saber en su totalidad y sólo podemos conocer una ínfima parte de todo el proceso, cuyos efectos pueden prolongarse durante mucho tiempo después de haberse efectuado la obra. Tanto, que cuando aparecen resultados dramáticos, como la desaparición de una especie o un entorno, en ocasiones nos cuesta relacionarlo de forma directa con la actuación concreta en el litoral que la motivó.

 

     La fragilidad de los ecosistemas insulares canarios es tal que resulta francamente “fácil” desestabilizaros de forma  irreversible. Cada piedra, cada tramo de arena natural cada grupo de rocas, cada charco cumple una función. Las redes que establecen entre sí organismos y sustratos, son infinitas y delgadas, como una gigantesca tela de araña de límites invisibles, que no siempre logramos percibir en su totalidad, pero están ahí y la prueba es que cuando cae una pieza de este entramado empiezan a caer otras muchas, aparentemente no relacionadas y cuya pérdida nos hace entender, en ocasiones  demasiado tarde, la relación que existía entre ellas.

 

     Es cierto que muchas de estas obras son necesarias para el desarrollo de las poblaciones que las impulsan y las necesitan. No podemos prescindir de desaladoras para la obtención de agua potable, no podemos imaginar el funcionamiento de nuestra civilización sin la electricidad que producen las centrales térmicas o imaginar el desarrollo de nuestra principal fuente de ingresos, el turismo, sin las dotaciones necesarias para hacer de nuestro entorno un destino de interés para los potenciales visitantes, pero....¿es necesario obtener todas estas cosas como lo estamos haciendo  y al precio que estamos pagando?. ¿Estamos potenciando el adecuado uso de la tecnología necesaria para  la obtención de electricidad o de agua potable a través de las energías renovables?, ¿es el desarrollo turístico que ofertamos el adecuado para el crecimiento territorial que queremos?, ¿estudiamos el modo de compatibilizar desarrollo con la preservación de los recursos finitos y universales?.

 

     Buena parte de los desatinos realizados en nuestro litoral pudieron ser fruto del desconocimiento, pero tras la inmensa mayoría de ellos, se encuentran un amplio abanico de razones mercantiles, empresariales, y los beneficios siguen siendo para unos pocos, mientras que el resto de la población no sólo no tiene acceso al resultado final de estas actuaciones sino que sufre la pérdida de un valioso patrimonio ecológico que por derecho le es propio.

 

En Arrecife a 18 de Septiembre de 2007

Rut Hernández Toledo

Licenciada en Biología Marina