Las edades del Hotel Oriental
Primera fotografía de la serie “el nombre”. Fotografías realizadas por Carlos Cantón y texto de Mare Cabrera. Un proyecto fotográfico y literario que pretende plasmar el paso del tiempo por la isla, en algunos aspectos apenas perceptible y en otros tremendamente visible. Carlos Cantón se sitúa en el exacto lugar y hora donde distintos fotógrafos del pasado dispararon sus cámaras, intentando asemejar todas las condiciones de la toma. Luego las fusiona para crear un juego visual donde se une el pasado y el presente.
“...Destapa las casas sin tapadera de Lanzarote. Desfigura los gritos de los gallos. Silba tus músicas de la medianoche. Entra por la ventana entreabierta del Hotel Oriental de Arrecife” Agustín Espinosa.
Infancia
El señor Topham Walsh era alto y espigado. Muy pelirrojo, si es que puede uno serlo en cantidad mayor o menor. De mirada tunanta y porte señorial, recalaba en el Puerto del Arrecife desde su Cork natal para medrar en el que era su principal talento: el comercio. Nadie preveía, ni siquiera él, lo que en aquella pequeña ciudad desangelada y humilde iba a ocurrirle. Y fue una vecina de Teguise con nombres y apellidos, una vecina que salía de un luto para entrar en otro, chata y malhumorada. Y fundó una casa, en la calle principal de una ciudad que nacería auspiciada por un puerto. Doña Margarita Cabrera hervía infusiones de pasote en aquella cocina que le daba la espalda a los ventanales, decía que así calmaba los cólicos dichosos de los malos días que tenían todas ellas. Incluía a la pequeña Rosario, que paseaba la calle naciente, una primigenia León y Castillo sin zoco para el viento, parida con olor a mar, inédita.
Mocedad
Doña Sara era rizada y morena como lo fueron antes su padre y su abuelo. Lloró la muerte del marido tres días, más no pudo permitirse. Sabía que habría luto. Que tendría que disimular las lágrimas delante de las niñas, cerrar las cortinas, lavar las sábanas, entornar las puertas. Pero no conocía los gastos y deberes de aquella casa llena de corrientes. Doña Sara era espabilada, y las cuatro cuentas que aprendió le sirvieron para calcular que mejor sería marcharse a Conil, con su madre, y arrendar la casona. ¿Podría crecer una casa? Podrían ensancharse sus muros, despejar las estancias, las puertas abrirse de par en par para dejar pasar toda aquella pena. Asomada a la ventana, con los brazos apretados contra el pecho para sentir el corazón, miraba hacia fuera, al bullicio imperturbable de los camellos, de sus amos apurando cigarrillos, de las manos tiznadas, toda aquella vida que ya no la tenía en cuenta.
Adultez
Las chaquetillas blancas de los camareros eran primorosas. Los damascos de la mantelería con iniciales bordadas, los espejos con marcos dorados del comedor. El Hotel Oriental era un sueño para Consolación. Tenía dieciséis años y entraba como cocinera. Al mes de llegar, ya había corrido la voz. Con su metro cincuenta, sus rizos rubios, sus ojos vivos, despiezaba un cochino con la fuerza de un hombre que midiera el doble. Encaramada a la bestia, brincaba de un lado a otro con golpes certeros de cuchillos y machetes, y se escuchaba la carne rasgarse como una cuartilla blanca, y no había sangre ni gravidez en su cuerpo menudo. Calentaba los calderos de hierro con troncos de madera broncos y pesados, los mecía como acunando a un niño. Colaba una y otra vez el café para que hasta el último muchacho del servicio tomara su agua caliente y tostada. Sus guisos enchumbaban de humedad las paredes, ella abría las ventanas. Había retirado las cortinas, quería que la luz entrase sin censuras, el aroma a sal que traía la marea e impregnaba la calle en los días de viento del sur, se mezclaba ahora con el dulzón agrio de la alhucema y el orgullo del romero fresco, que en un atillo coqueto, ella había colocado en un pequeño jarrón cristalino.
Vejez
Hoy, 18 de marzo de 2024, la víspera del ciento cincuenta aniversario del nacimiento de Ángel Guerra, Arrecife amanece ventoso. Un fajo de periódicos en las escaleras de la librería Diama no resisten los envites y se abren por una página en la que puede leerse: “El Consejo de Gobierno ha aprobado este lunes, en la sesión celebrada en Las Palmas de Gran Canaria, el decreto por el que el antiguo Hotel Oriental de Arrecife pasa a formar parte del catálogo de bienes de interés cultural de Canarias, ostentando la categoría de Monumento”
FOTO: Carlos Cantón @carloscantonfotografia
TEXTO: Mare Cabrera @mareasul