Jallo
Bípeda
Bípeda,
nací bípeda,
también ustedes.
Mis hijos andan gateando,
recogen las conchas rotas,
que yo antes había perdido.
Quemé mis pies en la arena.
Bípeda,
como ustedes,
tengo un hilo de ortigas
que entrelazan mis tobillos.
Ya no pienso en mis pasos,
hace frío,
y me tiro en el suelo,
y recorro junto a los niños,
la vida en horizontal,
y me adelanto a la muerte,
porque quiero la vida,
me voy adelantando…
Tan feliz…
Te recibí como todo aquello que solo yo podía reconocer.
Cada una de las hojas de tu inmenso árbol provocaba una lágrima.
Me pregunto
por qué lloro si soy tan feliz.
Inquietud
Que esta sea la inquietud:
superpotencias coloradas por vergüenza,
y un plástico envolviendo la luna por orden de algún mandatario.
A la flor de cartón pregunto,
¿acaso tú quieres escribir?
Sin garras no hay poema.
Que sea esta la inquietud:
no soy tan mansa.
Las águilas son los brazos de ellos,
ellos me han domesticado.
Ciruela
Apunta a esta ciruela,
apunta a su centro,
puedes darle un mordisco.
Te queda una sola bala para esto.
No sé ya
si es un planeta o un corazón.
No te esperaré
No te esperaré, ranúnculo,
sé que eres dulce,
quién sabe si peligroso.
Prefiero el heno,
y el barro,
y un dormitorio solo,
risueño,
desconcertado.
Ballena azul
Caníbal,
una ballena azul
llegó a la tierra y decidió devorar todos mis demonios.
Al regresar la ballena a su hábitat,
el mar no se tiñó de rojo
y nadie contempló la escena.
Los niños juegan en la orilla.
¿Fue el juego tan breve?
¿Puede una ballena azul ser tan pequeña?
Eternidad
El silencio vive en la hierba,
como el espacio en las piedras.
A tu enredadera puse voz,
mi cuerpo cubrí de rocas.
El mar invadió el terreno.
No pidas despertar en mí otra eternidad
POEMA:Andrea Bernal / ILUSTRACIÓN: mAICA LUIS