ELEGIR EL ABURRIMIENTO
Si la cana es una niña que se esconde,
la arruga, un titubeo intermitente
sobre la proa del Holandés Errante.
¿Acaso no eres aún joven?
Entonces,
¿por qué soplan estos fríos detrás de la oreja?
Siempre vuelve el hielo
al reencontrarte con los pubs,
la minifalda y los pechos erguidos
de Lavender Hill.
Entrar
y atreverse,
tras cuatro gin-tonics apresurados,
de impecable quinina,
a susurrarle algo a la tonta rubia,
presentarle
el baile madrugador
del bird of paradise.
Pero no atraviesas
la alfombra de fuego
de Lavender Hill
con el deseo ofrecido entre las piernas
y esa oportunidad que no tendrás nunca.
Porque las diosas
son de mucho aplazamiento,
como un juzgado de lo social,
como la consagración de Pep Cargol
o la victoria total de Fabio Fognini.
El escote del desequilibrio
parece haber nacido para otros:
un abogado, el arquitecto, los goleadores.
No es necesariamente así, pero lo piensas.
Optas por bajarte
en la estación de Kew Bridge,
respirar arrepentido
entre la guerra fría de este barrio
disputado por la ráfaga millonaria del Mercedes
y el embate proletario.
De la mano templada
de una amiga,
surges en Kew Gardens.
Luces lejanas de Lavender Hill
caen en cascada
sobre tu cerebelo tramposo
y lastiman el inicial sosiego
del nenúfar al que designas emancipador.
Es una lucha,
los pezones de aquella estúpida
contra el zen,
la esperma
frente a la energía del universo.
Caminas por Kew Gardens
preguntándote si esto es aburrido,
si tanta eufonía, si tanta quietud,
si tanto silencio, al fin,
es bueno. ¿Es bueno?
Porque prefieres el campo
a la luz roja;
la araucaria,
al rímel pasajero.
Oh, la araucaria, de tronco en arabesco
y firmeza de señora convencida.
Abrazas a la araucaria,
te crees aburrido
y escoges el aburrimiento en lugar del milagro de plastilina,
de la promesa con letra pequeña,
y ruegas a tu amiga.
Abraza tú también a la araucaria,
abrázame también a mí, por favor.
Carlos Battaglini es escritor.
Su libro de relatos, “Me voy de aquí” estará pronto en las librerías.
www.carlosbattaglini.es