El viaje

Yaiza Sistiaga

Te entrego otro día más de mi limitada existencia, si echáramos las cuentas ya me deberías muchos años. El tiempo no significa nada para ti, en cambio para los marinos representa la ausencia.
A muchos les pediste sus vidas y ahora yacen en las lóbregas profundidades, inertes, roídos por tus criaturas. Lejos de sus amores también en la muerte.
Siempre incierto. Puedes ser feroz, puedes rugir y bramar, agrietar la piel, congelar. También sabes ser calmado y luminoso, fraternal.
Como una condena me llama el océano cuando estoy en tierra y vuelvo hipnotizado sabiendo que dejo atrás el abrazo y la quietud.
Demasiado tomas, pero he de reconocer que eres buen pagador.
Me has enseñado a entender las borrascas, aparejar el trapo y tener paciencia, las tormentas siempre tienen un fin.
He aprendido a adaptarme a todas las orillas, a mirar transparente. A escuchar las rompientes en la noche.
Me has dado fuerza y autonomía, manos seguras y hábiles, paso seguro en los pantocazos.
Me has regalado el horizonte sin barreras, la ballena y las constelaciones más lejanas. El Pacífico y sus atolones, Ithaka, el vuelo de la pardela y la danza del petrel, las tabernas del Jónico, Galápagos, Marquesas, el ocaso en Sunio, Guna Yala y sus espíritus, la explosión de Stromboli, el Mar de los Vikingos, Isla de Flores, tiburones en el canal de Fakarawa, Cortez, los sargazos, las calles de Estambul….
Pero de todas tus recompensas, la que más agradezco es mostrarme lo insignificante que soy frente a la ola o el viento.
El placer de flotar sintiéndome pequeño.

 

 

TEXTO: Yaiza SISTIAGA FOTOGRAFÍA: iris esteve@g