manuel concepción

 El mar amigo

Con el calor estival se entregó a su segundo placer, el mar. Sentía la llamada del mar y con frecuencia bajaba a sumergirse. Como no sabía nadar se sentaba detrás de las grandes piedras del callao, donde la mar rompía, y dejaba que las olas rotas le pasaran por encima una y otra vez. (…) Para dejarse envolver por las aguas saladas y transparentes vestía, como única pieza, un pálido viso de nylon beige que se adhería a su figura al primer contacto con el líquido oceánico. Al bajar la ola, quedaba al descubierto parte de su cuerpo. Melena de mojados rizos dorados caían sobre sus hombros. El busto apuntaba al horizonte. Lozanía personificada. Bella, sí. Bellísima, <<suave guijarro que el agua pule, aquella sirena varada>>. (…) Las tardes veraniegas invitaban a dejarse masajear por la suavidad de las olas. Allí Soledad sentía con gratitud la grandeza del mar.
Soledad clavaba la lanza entre las piedras y agarrada a ella avanzaba paso a paso hasta su rincón preferido. Estaba acalorada y se sentó a descansar cerca del bufadero. El mar, en calma, respiraba lento y aburrido, en ese movimiento cansino del flujo y reflujo del agua mansa. (…) Era consciente del peligro de un resbalón en las piedras mojadas del callao. No obstante, quería sentir una vez más el abrazo fresco, las caricias de las olas, el sabor salado de los besos del mar. Lo necesitaba antes de afrontar la maravillosa aventura de dar vida aerobia a un bebé. <<Me refresco un poco y tiro para arriba>> —planeó—.
*****
<<Estoy en el veril del Faro>>, decía la nota que encontró Rómulo en la puerta de la casa de la Costa, y hacia allí se dirigió. (…) La bajamar dejaba al descubierto mantos de algas espartosas y amarillentas, doradas, ahora, por el sol de poniente. Abajo, en la misma punta, estaba ella mirando el mar en el que había sepultado muchos de los negros episodios de su existencia.
—Hola, veo que no te ha costado encontrarme —le dijo sin mirarle, al oír un ruido a su espalda.
—En absoluto, desde arriba te vi. Nunca antes había bajado a este lugar. Aquí el mar se presenta desafiante, rotundo.
—Cierto, pero la roca resiste con firmeza creando la frontera que nos separa de una muerte segura. En cambio, para los peces la vida está allí y aquí su final. ¿Sabes?, a este mar enfurecido tiré todas mis penas y pecados antes de dejar el pueblo. En esta espuma blanca y salada restregué mi alma y mi conciencia para irme limpia, y creí que lo había conseguido. Al verte en el velatorio descubrí que no es así, que aún quedan abiertos capítulos del pasado que necesito cerrar. ¿Qué vienes a decirme?
*****
Liborio se estrenó al momento con una vieja parda mediana, seguida de otra casi gemela. La tercera tardó un poco más, pero mereció la pena. Un bicho de casi dos kilogramos, rojo, gris y verdoso, que le dobló la caña hasta casi partirla en dos. Liborio tuvo que bregar hasta rendirla para poder subirla a la parte descubierta del veril y luego ayudarse del bichero, enganchándola por una de las agallas y tirando hacia arriba. Las escamas eran como monedas de diez duros.
—¡Joder! —dijo Sancho, que acudió al ver a Liborio en dura brega—. Parece un guacamayo.
—Jefe, yo no sé qué es eso que usted dice, pero de éstas quedan pocas por aquí. Hubo un tiempo en que abundaban, mas el uso de la dinamita para romper violentamente la vida de los peces, de cualquier tamaño, esquilmó estas orillas. Algunos no supieron entender que el mar es el elemento más generoso de la Creación y fueron castigados por su avaricia. El mar nos ofrece con bondad infinita lo que necesitemos de él para nuestra subsistencia, de forma gratuita y solidaria, sin cercados ni alambradas, mojones o linderos. Se descubre para poner su marisco a nuestro alcance, sube para acercarnos la pesca, a Moisés le abrió paso para que cruzara el Mar Rojo con su gente. ¿Es tan difícil de entender?

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