La nada envolvente

Luis Miguel Coloma

Te escondes entre las costuras de mis recuerdos más profundos. Entre los momentos que no alcanzo a reproducir en mi mente. Esos que duermen en la memoria de mi ser esencial. Que no experimentaron quienes fui, ni conocerán quienes seré. Juegas a confundirme asomándote entre mis miedos terrenales y las huellas de mis sonrisas espontáneas. Te cubres con el manto de mi noche y te disuelves en el vacío insondable que me separa de cualquier forma exterior.

Y así, persiguiéndote, entendí la naturaleza del enorme vacío que nos habita. La distancia abisal que nos une y a la vez nos separa. Como un océano. Millones de kilómetros de nada absoluta entre nosotros y en nosotros mismos, apenas islitas minúsculas e insignificantes en el universo. Kilómetros o milímetros envolventes, disfrazados de aire, de vida. Distancias astronómicas de oscuridad total, de inexistencia, que forman parte de mí, de ti, de cada uno de nosotros. De seres vivos e inanimados. Silencio puro que conforma más del noventa por ciento del todo absoluto y del algo más simple. Desde su nivel más básico. Desde nuestras células. Desde los átomos que conforman nuestras células, somos una conjunción de galaxias. Estamos construidos fundamentalmente de vacío. El que hay entre los núcleos y los electrones de cada una de nuestros miles de millones de partículas. Y ese mismo vacío es la casi totalidad del mundo que nos rodea. Afuera. Adentro.

Ese es el no-lugar en el que te escondes y en el que te conviertes. El no-espacio entre dos cifras de un código binario. El no-tiempo entre los segundos de un reloj digital. En las rendijas de mi aspiración y mi espiración. Entre los flujos de las mareas, la cadencia de los solsticios y la magia de los eclipses.

Tan inalcanzable eres que solo se te puede representar por medio de relaciones numéricas. Complejas fórmulas matemáticas que pretenden comprender la nada con precisión y exactitud. Sin embargo son en sí mismas abstracción absoluta. Cifras que cuantifican el vacío. Que suman y restan mientras tienden al infinito. Un juego de equilibrios por el que se definen las emociones, la existencia, el Arte…, la vida. Y aun así, no necesitas conocerlo para existir, para ser, para sentir ni para emocionarte. Eres en gran parte vacío y de él estás rodeada. Eres la oscuridad y el silencio y, al mismo tiempo, la luz y la materia que habitan en ellos. Por eso puedo tocarte y no tocarte al mismo tiempo.