SÍ SE PUEDE Y SE DEBE

Jesús Blázquez
Según Descartes, filósofo francés dotado de un gran sentido común, el hombre debería buscar el «bien supremo». 
Utilizando como introducción esta aseveración del filósofo, que siempre supo que absolutamente todo está relacionado en el cosmos, puede llevar a pesar que a priori este pensador no está relacionado con el tema que nos ocupa, los descartes en pesca. 
Se está negociando estos días uno de los puntos más delicados de la reforma de la Política Pesquera Común (PPC), que más tarde los Estados miembros deberán negociar en el Parlamento Europeo. 
Si finalmente logran alcanzar un acuerdo que confirme el fin de esta desastrosa práctica, será un paso adelante en la conservación de los océanos y de la especie humana, que ha utilizado para su alimentación, desde tiempos inmemoriales, este importante recurso. 
Como bien sabía Descartes y así proclamó, “nosotros que somos seres finitos, no podemos determinar las cosas infinitas”, pero el caso es que después de casi un siglo de explotación pesquera indiscriminada, como si los recursos pesqueros fueran infinitos, tenemos que empezar a pensar diferente, sabiendo que  los recursos pesqueros son finitos y cada vez más escasos. 
1,7 millones de toneladas de peces son arrojados por la borda cada año en la Unión Europea. Los pescadores se ven obligados a despreciar, en ocasiones, hasta la mitad de los animales que capturan. Este pescado, que es susceptible de ser consumido, se derrocha por causa de las erróneas políticas que actualmente rigen la pesca en Europa.
La principal razón por al que se arroja este pescado comestible al mar, tiene casi siempre que ver con el uso de métodos de pesca poco selectivos. Así pues, los especímenes capturados, no objeto de pesca o de bajo interés comercial (en ocasiones por no cumplir la talla), se devuelven al mar muertos o con muy pocas posibilidades 
de sobrevivir, lo que provoca un elevado número de descartes. 
Como también y tan bien proclamó Descartes, en su más famosa frase “Pienso luego existo”, pensar que pescar de forma irracional y sin control no tendrá consecuencias futuras, es no querer ver que nuestra propia existencia se verá amenazada si acabamos con la pesca. 
Se suele plantear erróneamente la acuicultura como la posible solución, obviando que los peces cultivados se alimentan con harinas de pescado, con lo que el vaciado de nuestros mares también pone en peligro esta modalidad de cultivo.  De modo que la acuicultura nunca podrá ser la solución, máxime cuando el fomento de esta actividad, al contrario del fomento de la pesca sostenible, llevará irremisiblemente a la desaparición del cada vez más escaso pescado salvaje existente, para transformarlo en piensos.
Por lo tanto, los argumentos a favor de una pesca sostenible, después de ver la dependencia que incluso la acuicultura tiene respecto al pescado salvaje, son claramente incontestables. 
Es díficil de entender por qué algo tan obvio y necesario como la conservación de la vida natural de los mares y océanos resulta ser tan complicada, cuando las prioridades de nuestras autoridades deberían estar muy claras y perfectamente delimitadas. 
Es precisamente esa falta de transparencia y claridad en las decisiones de las altas esferas políticas de Bruselas, que también hoy día afecta a todos los demás ámbitos de la vida de los europeos, la causa de estas políticas claramente equivocadas. 
Son muchos los intereses económicos en torno a la pesca comercial y muy pocos los interesados en hacer más sostenible y perdurable esta actividad económica tan importante. 
Es por esto, que grupos de ciudadanos han creído necesario presionar a las autoridades europeas mediante movilizaciones, para que éstas tomen las medidas valientes, destinadas a resolver problemas graves, y no solo lo hagan atendiendo a los intereses económicos de los grandes lobbies. 
Sin duda estas movilizaciones han conseguido dar un giro importante, pero del todo insuficiente, obteniendo el compromiso de eliminar totalmente los descartes en 2015 para pesca en especies pelágicas y reducir al 5% en cinco años para especies de fondo. El acuerdo incluye también la voluntad de acabar con la sobrepesca a partir de 2015, siempre que se pueda y no más tarde de 2020, para intentar recuperar los caladeros, muchos de ellos hoy casi esquilmados. 
Las movilizaciones sólo han conseguido concienciar a algunos políticos, pero han conseguido algo mucho más importante: concienciar e informar a multitud de ciudadanos, que es donde reside realmente y en última instancia el poder de decisión.
Recordemos las palabras de Descartes, “El bien común es la mejor forma de alcanzar la virtud, lo que nos llevará a la felicidad sólida o placer espiritual, que incluso puede superar el placer físico”, y concienciémonos como ciudadanos de los graves problemas que amenazan nuestros siendo conscientes de que el poder reside siempre en la mayoría.  Como ya nos anunció el gran filósofo, “El buen sentido es el que mejor está repartido entre todo el mundo”, por lo que también sabremos que sí se puede y además, se debe.